Miércoles, 18, Sep, 10:24 PM

Fuente: www.pichilemunews.cl – 05.11.2023
- Con más historias y cuentos que el mítico personaje de la literatura chilena, contamos en esta ocasión sobre la vida de un personaje local, cuyo recuerdo está presente en gran parte de la comunidad pichilemina. Claro, si lo nombramos por su apelativo.
- A un gran porcentaje de la población -sin duda- el personaje que presentamos hoy: Juan Bautista González Rojas, su nombre no le dice mucho a la gran mayoría de los pichileminos antiguos que van quedando; pero si decimos que se trata de don “Juan Pitío”, casi todos lo recordarán de inmediato. Es más, les sacará una sonrisa.
No sarcástica ni mucho menos, sino de simpatía, y por qué no decirlo: cariño y simpatía que van heredando sus hijos al igual como el apelativo, del que pocos se libran en el “bosque pequeño”.

¡Así es!, seguimos de a poco, lentamente, hurgando en los recuerdos de antiguas familias, a las que estamos recurriendo para llevar y cumplir con nuestros propósitos de rescatar la memoria, los oficios y actividades, muchas de las cuales se están perdiendo en el tiempo.
Por cierto, no es tarea fácil, pero si bien no a todas podremos llegar, a unas cuantas familias estamos contactando y, a las que tengan la voluntad de cooperar como las que hasta ahora hemos logrado, serán parte de estos trazos que permitirán ir armando y/o contribuirán a armar nuestra historia comunal.
Nuestro proyecto -que recordamos para quienes nos están recién siguiendo- está inserto en el que denominamos “Historia Virtual de Pichilemu”, el que junto con difundirse en nuestro website: www.pichilemunews.cl in extenso, una versión más sintetizada pasa posteriormente al website creado ex profeso www.museopichilemueenlinea.cl y en su versión en inglés www.museopichilemuonline.cl
Tras esta introducción recordatoria, los invitamos nuevamente a volver al pasado de la mano de la historia de “Don Juan Pitío”, donde esta vez fue su hijo Carlos quien nos cuenta la historia …
Juan Bautista González Rojas nació el 14 de noviembre de 1914 en el sector de Playa Hermosa. Hijo de don David González Tobar y doña Redijunda Rojas, quienes eran de El Copao y Playa Hermosa, respectivamente. Quien nos da esta información es el tercero de los hijos de Don Juan, Carlos, a quien interrogamos.

¿Te parece que empecemos de más atrás, tu abuelo David venía de El Copao, a qué se dedicó en el Pueblo (Pichilemu)?

“Mi abuelo era campesino, pero también había aprendido el oficio de albañil. Y también, por mucho tiempo fue arriero, como muchos hombres de ese tiempo. Trabajó en la construcción del Túnel “El Árbol” y, después, fue uno de los obreros que trabajó en la construcción del techo del edificio del hoy ex casino de Pichilemu”.

¿Cuántos hijos tuvo don David?
“Tuvo siete hijos. Cinco mujeres y dos hombres, uno de ellos, mi padre”.

¿Tú alcanzaste a conocer a tu abuelo David, o estos recuerdos los contó Don Juan, tu padre?
“A mi abuelo David lo alcancé a conocer en vida, aparte de algunas cosas que nos contó mi padre cuando el abuelo David ya había partido y, de repente, cuando la nostalgia aparecía, nos volvía a contar sobre nuestro él”.

En tanto, sobre su abuelo materno, Pedro Vargas Martínez, nos contó breves pero interesantes trazos de quién fue en su vida. Dijo: “Mi madre nos contó que el abuelo Pedro por varios años trabajó en los Baños Tibios de Agustín Ross. Y ya más mayor, fue el encargado del Parque de Palmeras, sus jardines (conocido como el Parque Municipal). Él fue el jardinero oficial por muchos años, hasta el día de muerte”.

¿Con quién era casado?
“El se casó con Rosa González y tuvo tres hijos, siendo mi mamá -Eustaquia Vargas González- la menor”.

Mi padre
Sobre su padre, Carlos nos contó:
“Mi padre estudió la primaria hasta los diez años. Y de esa edad partió en su vida laboral cuidando animales mientras pastoreaban”.

¿Estás seguro de que a esa edad empezó a trabajar?
“Así nos contó mi papá. Ganaba 1 peso al año el cual era pagado a mi abuelo, el patrón tenía derecho a castigarlo si no hacía bien el trabajo.
Después de un castigo se aburrió y salió a trabajar al pueblo. Consiguió trabajo en el Hotel Empresa Pichilemu (a partir de su venta en los ‘30, pasó a llamarse Gran Hotel “Ross”). Uno de sus trabajos fue llevar las ropas de cama del Hotel a las instalaciones de la lavandería que estaba cerca, en la calle que más tarde pasó a llamarse Evaristo Merino, a unas dos cuadras del hotel y cerca del bosque.
Después de un tiempo se independizó y se hizo comerciante. Traía géneros, botones, agujas y todo tipo de encargos para la gente del campo. Salía a caballo con dos canastos donde llevaba la mercadería a todos lados. También tuvo un boliche en el pueblo donde se vendían licores y otras cosas.

¿Y recuerdas que haya dado fechas de aquello o lugares dónde estaba instalado? ¿estaba soltero o ya estaba casado?
“No se había casado aún. Fue de soltero que tuvo esas actividades; pero fue por ahí donde conoció a mi mamá que estaba a cargo de sus tíos Ramón Vargas González y Eustaquia González. Ramón Vargas era el dueño de la Fragua que estaba cerca de la casa donde vivían en la calle Carrera, junto a la casa donde está hoy el Pub Viva Chile.
Como decía, mi padre conoció ahí a mi madre y después de muchas peripecias, mi padre -contó- logra que le den el permiso de casarse. A él no lo querían mucho por ser campesino y ella -mi madre- era una señorita del pueblo con estudios terminados en la Escuela de Monjas. Así y todo, igual lograron casarse en el año 1946”.

Y del matrimonio, ¿cuántos hijos tuvieron?
“De ahí nacieron 9 hijos: Juan Eugenio, María Antonieta, Carlos Ramiro, Vicente Hernán, Luis Ernesto, Dagoberto Andrés, Juan Manuel, María Isabel y David Eduardo (Catunga)”. ¿Después de casarse, tu padre sigue con sus actividades de comerciante ambulante? “No, después de casado se dedicó al mar, al campo en la crianza de ovejas en tierras de mis abuelos. Y a arriar con mulas para llevar diversos productos por los fundos de la provincia”.

Cuéntame de esa actividad, sé de otros arrieros pichileminos en ese oficio, ¿qué productos se dedicaba a comercializar?
“Compraba sal de Cáhuil, cochayuyo, luche y otros productos del mar a los mareros, recolectores de algas. Estas la vendían o cambiaban por productos que en el campo se producían. La medida que se usaba era el almud (1), un cajón de madera creo que de 40 x 40 centímetros. El cambio era tres almudes de sal por uno de trigo, porotos garbanzos, etcétera”.

Y en esos viajes o arreos ¿los hacía solo o acompañado?
“Para esos viajes siempre iba con el abuelo y otros hombres de los alrededores.
Me recuerdo de don Tucapel Cabrera (El Tuco) papá del concejal Cabrera, don Alamiro Vargas y otros más, creo que era don Martiniano Cabrera ... siempre en grupo por los bandidos que también los había por eso lados”.

Sí pues, así entiendo que eran en épocas pasadas. ¿Y cómo se cuidaban de los salteadores de caminos?
“Mi papá nos contaba que la plata se guardaba en la mula más chúcara por lo mismo”.

¿Y hasta cuándo se dedicó a ese oficio?
“De años no tengo recuerdo, solo que los tres mayores estábamos chicos por lo que nos contaba mi padre. Después del paso del tiempo se compró una “Cabrita” (2) y trabajó movilizando visitantes y turistas en su coche. O llevando a gente del pueblo que viajaban en el tren. Eso fue durante un tiempo, porque después lo cambió por un Carretón para hacer fletes”.

¿Les contó alguna anécdota en la “Cabrita” o en el Carretón?
“Nos contó algunas, pero en el Carretón al que le puso el "Flecha Azul", lento pero seguro. Y uno de sus caballos se llamaba el Guatoncito que tiraba cualquier peso y, lo más importante es que era muy inteligente.
A mi padre le gustaba salir con el Guatoncito porque había tres restaurantes donde se paraba solito. Se aprendió el obligado tour de mi padre y, después que mi taita se pegaba el pencazo (3) recién seguía su camino. Las paradas obligadas eran en el restaurante El Rancagüino, donde Cabezas y en El Solitario de “Chaparro”. Al Guatoncito no había que pararlo, el solito se paraba y esperaba pacientemente a mi papá que pasara a calmar la sed. Sobre todo, en el último que está cercano a nuestra casa, donde se encontraba con amigos y se pegaba la carreta contando chascarros, historias, chistes y mentiras, amenizadas con los correspondientes salud”.

Le voy a contar otra anécdota. Tú ves si la incluyes o no. ¿Supongo que sabes que mi padre con el tuyo, don Washington, fueron dos veces compadres?, nos dice Carlos sorprendiéndome, pues sabía de un compadrazgo.
“Un día, mi papá iba con su carretón y pasó a llevar un automóvil casi nuevo. El hombre armó tremendo escándalo y lo demandó por los daños y mi papá fue a la Tenencia de entonces y les dijo que la culpa era del chofer del auto, ya que a la velocidad del carretón hasta un ciego se hace al lado. Y, felizmente el mandamás le dio la razón a mi padre y le pidieron al dueño del auto que tuviera más cuidado en la conducción …”.

Se salvó jabonado …., acotamos.
“Claro, pero mi papá nunca dijo que llevaba una vara como de metro y medio al lado para el caballo de postillón (4)”.

¿Y después de ese incidente le sacó el “postillón” al carretón?
“No. De ahí en adelante tenía más cuidado según él. Y contaba, que justo cuando salía de la Tenencia se encontró con tu padre. Se saludaron y luego de contarle lo que había pasado dando respuesta por qué o qué andaba haciendo, don Washington le celebró sus argumentos y juntos se fueron a tomar un tintolio (4) al Bristol para celebrar la salvadita …”.

Cabrita
No pasan muchos minutos en nuestro contacto y el Messenger me avisa: “Me acabo de recordar de otra anécdota. Nunca me expliqué por qué, en los tiempos que mi papá cuando tenía una “cabrita” mi papá no se podía ver con otro cochero. Cada vez que se cruzaba con don Segundo González (Cucharita) se daban huascazos cada vez que se encontraban. Huascazos pa allá, otros para acá. Y si el otro no se fijaba le llegaba de lleno en la oreja o la cara. A veces se devolvía y se daban sin asco a puros huascazos.
Un día -estando en la Escuela- supe que en la avenida Ortúzar, el día anterior había ocurrido un hecho inédito. Contaban que, a mediodía, de pronto se empezó a escuchar un ruido ensordecedor que aumentaba a cada instante. La gente corría como loca a las orillas.
Según contaban, era mi papá con don Segundo echando carrera con sus “cabritas” como locos por la calle. Y en ese tiempo las llantas eran de fierro, imagínate el estruendo que hacían. Creo que corrieron como dos cuadras como en un “circo romano” según como se vio en la película Ben-Hur. Lo único que supe es que después había ganado la carrera, menos mal que no hubo heridos”.

¿Y cómo fue que, pese a que no hubo heridos, no fueron detenidos por Carabineros, por lo menos para dar explicaciones y ser reconvenidos?
“Acuérdate que los carabineros eran re pocos y estaban a una cuadra de Ortúzar. Quizás ni supieron y todo quedó en nada …., lo único que sé, es que de ahí no hubo más huascazos. Ahí al menos se zanjó algo, aunque no supe si terminó tomándose un trago juntos ….”.

“Y antes que se me olvide. Una vez llegó un hombre de afuera y le vendió un “alazán” (5) que había sido caballo de carrera a la chilena. Era bueno le dijo el vendedor, pero tenía un defecto. Era muy espantadizo y costaba iniciar la carrera, aunque después las ganaba. Ese era el motivo por el cual lo vendía. Mi papá no le interesaba mucho eso. Lo quería para el carretón que tenía ahora. Y el caballo era fortacho (6) y así lo empezó a usar. Un cabro (7) joven que escuchó esta historia en el Bar de su abuela (“El Rápido”) que era bueno para jinetear (8) un día le habló a mi papá para que le permitiera -con su caballo- participar en carreras a la chilena y si ganaba se repartían el premio. Y mi papá se entusiasmó y cuando sabían que había carrera llegaba muy calladito con su carretón y el caballo, además del jinete que resultó ser Fullú (Sergio Herrera). Dejaban que se armarán unas dos carreras antes. Y cuando los viejos ya estaban entusiasmados y con algunos tragos en el cuerpo, mi papá haciéndose el leso -medio en serio, medio en broma- desafiaba a sus contendores hasta que picaban. Ya pactada la carrera mi papá desensillaba al caballo y Fullú le ponía su montura a su medida, mientras los contertulios se reían de ver un caballo carretonero y, lógico, le apostaban al caballo contrario, pero después se llevaban la tremenda sorpresa. El caballo de mi papá se acordaba de su pasado de sus “gloriosos tiempos” y volaba en la cancha. ¡Nunca perdió una carrera! El Fullú se ganaba sus lucas y mi taita también y, sobre todo, sus buenos pencazos, luego que los mismos que se reían por su caballo, llegaban a felicitarlo y a ofrecerle un trago.

Luego, no pasan muchos minutos y Carlos, dice: “Se me olvidaba contar otros detalles del tiempo en que, por muchísimos años mi papá tuvo ovejas y que esa era nuestra principal fuente de ingresos. Se pastoreaban desde Playa Hermosa hasta Las Terrazas. Tú mismo debes acordarte de que había muy pocas casas en esos tiempos. Bueno, a todos los hermanos nos tocó cuidarlas y recorrer esos parajes y manzanas eriazas. Pero todo cambió cuando se abrió el camino a Cáhuil y Punta de Lobos por la costa, cosa que se hizo en la alcaldía de tu padre. No solo de Infiernillo empezó a poblarse, sino para Playa Hermosa y los demás lugares. Es cosa de darse una vuelta y ni hablar de los valores de los terrenos que empezaron a subir como espuma …”.

¡Buena! ¿Cómo se entretuvo los últimos años de su vida?
“Nunca dejó de ir al mar. Calaba redes y mariscaba en las orillas. A veces junto a su gran amigo don Galvita (9) de Punta de Lobos, se juntaba con el “Chico Nene” Poblete y se reunía con otros amigos donde Chaparro (10) donde compartía con toda la gente, todos los cuales le tenían mucho cariño por lo bueno para la talla y derecho con sus amigos...”.

Al abuelo paterno si lo conocí
¿Y tienes recuerdos con alguno de tus abuelos ..?
“Claro que sí”, nos contesta de inmediato. Y continúa: “Era un viejito flaco que le gustaba mucho jugar, con nosotros...los nietos. En sus últimos años veía poco y yo lo acompañaba a buscar las vacas que pastaban hasta la Cancha de Aviación más o menos..., después me regalaba un pan por esa tarea. Me recuerdo que siempre andaba con su tabaquera de género que le fabricaban la tía María. Era re bueno para el cigarro.., siempre buscaba el papel de envolver para cortarlo como papelillo...lo que más me gustaba y admiraba de él, era el respeto que le tenían sus hijos. Él siempre se sentaba a la cabecera de la mesa y tenía su jarro grande de té y su plato exclusivo. Siempre se le servía a él primero... Vivía con mi tía María y cuando ella se casó le dijo a mi tío Enrique que ella se quedaría siempre con su padre hasta que él muriera y siempre sería el primero. ¡Y así fue!
Después que el abuelo murió recién se cambió de casa más cerca del pueblo.
Se me vienen tantos recuerdos a la cabeza .. En Playa Hermosa cerca de su casa hacia el lado norte había un alto en el cerro y él siempre aparecía por ahí. Por eso se llamaba el “Alto del abuelo”. Veo clarito: En la culata de la casa había una roca grande. Ahí él se sentaba a fumar y a tomar el sol por las tardes y nosotros nos acercábamos despacito con un palo y le botábamos el sombrero y arrancábamos. El sacaba su cinturón que era un pedazo de lazo trenzado y se lo ponía en las rodillas haciéndose el leso y cuando nos acercábamos por detrás por segunda vez él nos sorprendía dándonos un huascazo. Al que le tocaba no más y se moría de la risa. Ese era el juego que teníamos con él ….
Nuestros viejos se enojaban con nosotros por esos juegos, pero a él le gustaba mucho. Como dije antes, a él lo respetaban mucho y nunca le decían papá, solo padre. También recuerdo que siempre llegaba muy temprano a buscar a mi papá para ir a recorrer la orilla del mar hasta Punta de Lobos a buscar cochayuyo y piures, siempre al aclarar, costumbre que mi papá siempre siguió.
Y ellos si escuchaban al gallo para levantarse...mi abuelo murió a los 85 años en el ‘60 más o menos..., mi papá falleció en el año 1999 a la misma edad. Y mi mamá en el año 2012 también de 85 años...ella era 13 años menor. La primera casa de mi papá la construyó con el abuelo, antes de casarse como le dije, antes el abuelo también era maestro constructor. Al abuelo materno, como dije antes, no lo alcancé a conocer. Lo que supe de él era por lo que contaba mi mamá”.

Linda historia, Carlos. Pero faltó que contaras la historia de las tierras de tus abuelos, en cuya compraventa entiendo que fueron engañados …., ¿te parece que la abordemos en otra tanda, más adelante?
“Encantado, pero si bien sé de algunos detalles, me instruiré con mis hermanos y primos que también saben detalles …”.

Estamos hablando de muchas hectáreas que, en los años ’70 vendieron parte de sus tierras, pero, posteriormente, fueron despojados de otras tierras que no eran parte de la compraventa. ¡Cosas que han pasado, siguen pasando en el tiempo!, quien quiera sean las autoridades de turno …
¡Ya lo veremos!

Mientras estábamos con esta conversación -vía Messenger- que duró algunas semanas, le comenté a un amigo en común que estaba logrando conocer la historia de don Juan “Pitío” González. Junto con alegrarse de que estaba en ello, me dijo: “Pregúntale de las aventuras y anécdotas de don Juan en Europa …”.
Aunque no me dio mayores detalles, en nuestro siguiente intercambio de mensajes y preguntas, le solté: “Carlos, hay otras historias que sé que te guardaste, aunque te pregunto. ¿Hay posibilidades de conocer sobre el viaje que don Juan y señora Taca -tus padres- realizaron a Holanda, según entiendo?” Y acto seguido, agregué: “Si de este tema no quieres conversarlo, lo entenderé ---“.
Pero la respuesta nos sorprendió: “No hay problema. Lo que pasa, es que mi padre vivió tantas historias que esto, quizás, se está alargando mucho. Yo no tengo problemas …”.

Dos costinos por Europa
Es probable que salga más larga que lo habitual, pero si hay historia contémosla. Cada uno verá si la lee hasta el final. Allá cada uno si le interesa o no. Cuenta esos episodios …, le dijimos. Y acá están estas otras perlitas de las “uropas”.

“Yo había llegado a Holanda el año 1985 como refugiado político, y como no podía venir a Chile por razones obvias, con mi hermano Dagoberto -que también llegó a Holanda posteriormente- decidimos invitar a los papás para que nos visitaran.
Cuando le dijimos a mi papá, éste dijo que de ninguna manera dejaba la casa sola y sus animales. En ese momento, mi hermano Eugenio acompañó a la mamá. Lo pasaron súper y como mi mamá siempre fue casi ciega, allá la llevamos a que un muy buen oftalmólogo que era español, examinara su vista. Sin embargo, ella no quería por nada que la operarán y después de mucho rogarle, dijo que solo lo haría si viajaba con su viejo. Eso se materializó un año después, pues fue ardua la tarea para convencer a mi papá que viajara. Ya se había negado antes y esta vez, al final se decidió a viajar al ir acompañado por mi suegro que ya había viajado una vez.
Mis viejos y mi suegro arribaron el 10 de junio del ’95 a Holanda. Y la alegría nuestra fue total. Mi hija menor no lo conocía y los otros estaban muy chicos cuando se fueron del país. Estaban locos de ver a su abuelo, del que tanto habían escuchado”.

¿Y después de todo esa algarabía, la señora Taca quiso operarse finalmente?
“Claro que sí, apenas pasaron unos días y volvimos donde el médico español y se programó la operación, la que felizmente fue todo un éxito. Mi mamá estaba inmensamente feliz de poder ver todo después de tantos años de ver solo figuras difusas. Si tú la conociste, ella usó por muchos años lentes “poto de botella” y así y todo veía muy mal. Ya en casa, post operación, en un momento la vemos que miraba con mucha atención a mi papá y le pregunté por qué lo miraba y contemplaba con tanta efusividad. Y ella se acomodó en el sillón y nos dijo a todos: "que lindo está todavía mi esposo". Nosotros nos largamos a reír y ella nos contestó. Ya les gustaría a ustedes ser tan encachados como mi marido. Por eso me casé con él. Sigue igual de lindo que cuando era joven. Yo lo miraba en la iglesia o en las fondas cuando bailaba y se le veía el revolver al cinto.
Después de pensar qué dijo, le pedimos que nos explicara eso del “revolver al cinto”; mientras mi padre oía y se dejaba querer como si no estuvieran hablando de él …

Arma
Resulta que -contestó nuestra madre- una vez estando en una fonda, antes que nos casáramos, él estaba bailando cuecas pues era muy bueno, era “cachaciento” (11) y en las vueltas se le veía una cartuchera donde se notaba un arma. Los sapos de siempre llamaron a Carabineros y estos llegaron y entran para detenerlo. Él era de cueca tras cueca y estaba al medio de la pista. Le piden que entregue su arma y él muy tranquilo le pidió al carabinero que le diera un momentito y saca unos papeles de tenencia de armas. Todos los que estaban ahí, incluida yo con mis familiares, estaban expectantes … Los revisan y le devuelven los papeles de vuelta y los carabineros se retiran. A todo esto, no volaba ni una mosca, la música se había detenido apenas entraron los verdes; pero éstos cuando se retiran empezó de nuevo la fiesta. Y tu padre siguió bailando como si nada.
Imagínense, ahí tú mamá que todavía era adolescente empezó a admirarlo con mayor razón y me entró el enamoramiento (12). “Eso es más o menos lo que recuerdo de ese episodio de mi mamá”, nos relató Carlos.

¿Y alguna vez don Juan les contó porque usaba un arma y más aún la portaba?
“Mira, algunas veces nos contaba historias de cuando arriaba o mejor dicho cuando trabajó como arriero. Había que andar preparado. Yo creo que por eso lo andaba trayendo, pero nunca nos contó si alguna vez lo tuvo que usar en esas ocasiones. Pero una vez se entreveró con un vecino y se picaron tanto con los alegatos y garabatos para cada lado, que ambos se ofrecieron balazos …

¿Pero es real esa historia o un invento de él ….?
Es difícil asegurar si es verdad o mentira, pero yo conocí a ese vecino. Estaba chico, pero me acuerdo que ese vecino existió. El vivía al final de Cancha de Aviación cerca de un bosquecito de eucaliptus, para el lado de la playa La Ballena. Y nosotros en ese tiempo cerquita de ellos. Como le dije antes, mi papá criaba ovejas. Y el vecino -que vivía a unos 30 metros más o menos- también tenía sus ovejitas. Y además criaba gallinas que cuidaba como hueso santo; pero pese a que tenía un gallinero bien encachado, igual salía alegar a los vecinos que se le perdían. Y, en una de estas le echó la culpa a mi papá y, como mi papá dijo que no tenía nada que ver, empezaron a insultarse con garabatos de grueso calibre. Hasta que se amenazaron con balearse. Y dicho y hecho, ambos se devolvieron a sus casas y volvieron con sus revolver y empezaron a dispararse. No sé si tenían tan mala puntería o era por el nerviosismo de cada uno, pero después de agotar sus balas, ambos se devolvieron a sus casas …
Al día siguiente aparecieron tempranito los verdes. Fueron primero a la casa del vecino y luego a la de mi papá ….

¿Y qué pasó?
Nada felizmente, porque ambos -sin ponerse de acuerdo- mintieron y dijeron que habían sentido balazos, pero que seguramente por la playa andarían tirando balazos … y con esas explicaciones se devolvieron al cuartel.

¿Y siguieron las enemistades?
Increíblemente, limaron asperezas y se abuenaron.

¿Y las gallinas?
Siguieron poniendo huevos. Eran harto buenas las cazuelas ….

Paseo
“Una vez, estando en Holanda, mi papá se levantó más temprano de lo normal y salió a caminar solo. Cuando nos dimos cuenta salimos a buscarlo y no lo encontramos por ningún lado. Imagínate el susto, en un país extranjero y sin hablar ni una palabra del idioma. Después de varias horas aparece por la ribera del río Maas. Venía muy tranquilo. . Ahí lo retamos un poco y el muy suelto de cuerpo nos dice: “que se preocupan mierdas, si yo desde joven caminaba por todo Santiago y nunca me perdí”. Claaaaro, como si fuera lo mismo.
En otra ocasión, a él lo llevamos a una playa nudista, mientras mi señora salió de compras con mi mamá y mis hijos. Imagínate, los ojos ya se le salían y nos dijo: “Aquí sí que me gustaría perderme y que no me encontrarán nunca ...”.
“Otra vez fuimos a un bar a tomar unas cervezas de holandesas. Después de varias en el cuerpo, íbamos a pagar y él nos detiene y dice: “Ya está bueno que ustedes paguen todo”.
Y agrega: “¡¡Mozo la cuenta!!” Y le pasa un billete de cinco mil pesos. El barman lo mira a él y mira el billete. Nosotros le explicamos y el barman lo encontró tan genial que no nos quiso cobrar y se quedó con el billete chileno y lo colgó arriba de la barra como un lindo recuerdo”.

“En otra oportunidad, estando en una playa de Bélgica lo vimos conversar con otro caballero mayor un buen rato. Después se despidió de mano. Todos curiosos le preguntamos cómo se comunicó con él y respondió: “Le conté que venía de Chile de mi viaje y él me entendió”. Pero cómo si usted no habla su idioma. Ante ello: “Así será, pero me movía la cabeza, así que entendía”. ¿Y él que le dijo? “No sé, porque hablaba en otro idioma”.
“Mi papá siempre saludaba a los demás moviendo la cabeza y tocándose el sombrero. Idioma universal creo, porque todos le respondían. Después de un mes, nosotros volvíamos a trabajar, así que le dejábamos unos euros y el salía solo con la mamá a un bar que había muy cerca de la casa. Todos los días iban y él se tomaba una cerveza y mi mamá comía papas fritas y helados. Ya habían aprendido a pedir eso. Después que ellos se vinieron a Chile, yo fui ahí y el dueño del bar me preguntó por los abuelitos.
Les dije que ya se habían venido a Chile. Apesadumbrado, el dueño del local dijo: “se fueron mis mejores clientes y tan simpática la pareja”.
“Yo le pregunté por qué, si ellos no hablan el idioma”. “Ellos no, pero el cocinero es español y como ellos venían temprano nos sentábamos con ellos y supimos todo de su vida. Que tenía muchas tierras, animales y casa en la playa. Además, que sus hijos en Holanda eran soldadores y ganaban re mucha plata. Me largué a reír y les dije que siempre había sido cachiporra el hombre. En todo caso, los llevamos a muchas partes entre ellas a Bélgica, Alemania, Luxemburgo, a todos los países vecinos. Creo que, tanto para ellos, como para nosotros fue de mucha satisfacción y la alegría impagable que mis viejos le dieron a nuestros hijos”.

“Después, cuando llegó a Pichilemu tuvo muchas historias para contar a sus amigos. Según mi papá, el que más lo celebraba era su amigo Pavez. El le decía que él, con supermercado y todas sus propiedades jamás había salido de Chile y mi taita con su puro carretón había viajado por gran parte de Europa. Cosas de la vida no más …”.

Fotografías: Familia González Vargas

Notas:
(1) Almud: Medida árabe de capacidad, usada antiguamente.
(2) Cabrita: Carruaje de dos ruedas tirado por tracción animal.
(3) Pencazo: Beber alcohol.
(4) Postillón: Una pértiga usada en forma perpendicular en un coche de tracción animal, para agregar eventualmente otro.
(5) Alazán: Caballo de color cobrizo.
(6) Fortacho: Dícese de persona o animal que tiene fuerza.
(7) Cabro: Joven adolescente.
(8) Jinetear: Montar un caballo.
(9) Galvita: Abreviación cariñosa de Galvarino.
10 Chaparro: Apelativo dado a Luis González Orellana, dueño del Restaurant “El Solitario”.
11 Cachaciento: Persona que hace figuras y/o movimientos con su cuerpo. Que le “pone color”.
12 Enamoramiento: Sentimiento de sentirse enamorada.