Sábado, 07, Sep, 10:03 PM

Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Mario Noceti Zerega (*) – 10.09.2023

Nota del Editor: Junto con señalar que este trabajo -como otros que hemos publicado- es parte de una saga que estaba planificada en el proyecto cultural “Historia Virtual de Pichilemu” que postulamos al FFMCS (del Ministerio de Secretaría General de Gobierno) que no logró -sino en lista de espera- recursos para llevarlo a la realidad.
Aun así, explicamos que -de una u otra manera- lo sacaríamos adelante. Y, felizmente si bien exactamente como estaba planificado no es posible sin recursos, lo estamos sacando adelante parcialmente.

Esta, como otras, es una nueva entrega gracias a la voluntad y generosidad de quienes están colaborando gratuitamente, como es el caso del exprofesor y escritor Mario Noceti Zerega, con un artículo que publicó en el diario “El Rancagüino” el año 1994, cuando aún estaba funcionando el Cine Royal. Y que, además, lo incluyó -como otros temas relacionados con Pichilemu- en el libro “Pinceladas pichileminas”, aparte de otros libros publicados, como “El Ramo de Huillis y otros cuentos”, “Doñihue, umbral de mis recuerdos”, Crónicas para leer sin prisa”, entre otros.

Un cine muy especial
“A mí la palabra cine me evoca Pichilemu. “Decía un veraneante mientras esperaba el inicio de la función en el “foyer” del cine pichilemino. Y así como hay cientos de personas que confiesan que las pocas veces que se asoman a la pantalla grande es cuando van a Pichilemu, así otros muchos manifiestan su extrañeza y asombro pues nunca se imaginaron que en esa localidad existiera un cine.

Dije que se trata de un cine muy especial. En efecto, es imprescindible destacar algunos datos curiosos e importantes.
Según versiones fidedignas, el Cine Royal -ese es su nombre- viene prestando sus servicios a los veraneantes y al público pichilemino desde 1935, aproximadamente y, tal vez, un poco antes. Al principio solo era un espacioso galpón, sin más pretensiones que las de ofrecer funciones de cine. Nos cuentan que el cierro raso era de humilde arpillera, que el hiperkinético viento costero se encargaba de sacudir. La electricidad llegó a Pichilemu hacia 1950, por lo cual las sesiones de cine eran posible con el auxilio de un motor. Eran tiempos de las seriales de Tarzán, de las entretenidas, sanas e inigualables peripecias de Charles Chaplin. Era dorada del cine latino, con artistas tan queridos como Libertad Lamarque, Carlos Gardel, José Mojica, Hugo Del Carril, Jorge Negrete, María Félix, por nombrar a los más destacados.

En nuestros días, el Cine Royal conserva muros y techos de su primera estructura, pero le han hecho cambios notables. Las vetustas butacas de madera cedieron su lugar a otras más confortables provenientes de un ex cine santiaguino. Se agregaron galerías de madera y una sala o caseta de máquinas sólida, segura y bien ubicada. El cine luce una fachada siempre bien pintada con su letrero de acrílico a prueba de vendavales. Se restauró el “foyer” que, sin ser de lujo, es a cogedor, bien iluminado y siempre limpio.

Sin duda que lo que más llama la atención del público es la ubicación de la pantalla. Caso único: cuando el espectador ingresa a la sala lo hace teniendo la pantalla a sus espaldas, de modo que todos lo ven entrar y el ve que tiene al público al frente.
Y si de curiosidades hablamos, es preciso recordar que este es el único cine en la provincia Cardenal Caro. Funciona solamente en la temporada de verano y a pedido del “respetable público” puede que en casos excepcionales puede que haya una función de trasnoche, elevando a tres las funciones de la jornada. La cartelera ofrece una película cada día, lo cual no impide repetir, al cabo de diez o quince días, aquellas películas taquilleras. Se podrá discrepar de muchas cosas si de este cine se trata, pero hay algo indiscutible: la programación de cada verano es excelente.

Merece nuestra atención el operador o responsable de pasar las películas. Nacido y criado en Pichilemu, aprendió allí su oficio y lo desempeña desde hace 26 años. Fanor Calderón, un “cojo” que ama lo que hace se pasa los veranos proyectando películas, revisando material, ordenando afiches y fotos. Antaño, el operador debía ir a la estación de ferrocarriles todos los días, muy temprano en la mañana para despachar las “maletas” con las películas que se devolvían y por la noche, el último tren, para recoger las que llegaban. Hoy en día todo el traslado se hace por buses y el trámite es menos engorroso.
Más, si el operador lleva casi treinta años anclado a las máquinas proyectoras y al celuloide, sus patrones, los propietarios del cine, la Sra. Florinda y don Ernesto, han sabido sortear con éxito todos los temporales y salir a flote con su barco. El cine, desde sus comienzos perteneció a D. Miguel Celis, suegro de la Sra. Florinda y prácticamente nunca a salido de las manos de la familia.

Párrafo aparte merece el público que frecuenta este cine tan particular. En mi larga estada en el balneario he visto entrar allí al público más diverso: comerciantes, agricultores, médicos, autoridades de la Comuna y foráneas, profesores, sacerdotes (el antiguo arzobispo de Concepción, Manuel Sánchez era cliente asiduo), etc. La película determina al público. Y mientras hoy se ha colmado de adultos, mañana la película atraerá a los lolos y pasado a los pequeños o a gente que gusta de un determinado actor. Las funciones se inician con puntualidad inglesa. Jurarla que en ningún cine del país se ofrece tan acuciosa información a los clientes. A viva voz contesta todo tipo de preguntas relacionadas con el horario, duración de la función, censura, argumento … En este campo nadie gana a D. Ernesto, ágil, dicharachero, bonachón, atento y preocupado.

Con un toque de timbre el operador anuncia que se dispone a proyectar el filme. En el interior de la sala los amplificadores dejan oír la melodía de una cinta de los años 60: “Un hombre y una mujer”. Provistos de chocolates, palomitas de maíz, maní tostado y otras golosinas, el público se acomoda para disfrutar la película. Gente especial para un cine muy especial.

(*): Ex Profesor con destacada trayectoria en diversos Liceos de la Región de O’Higgins – Escritor y Colaborador de Diarios, Periódicos.

Fotografías: Miguel Celis G./Cine Royal/ Archivos “Pichilemunews”.