Fuente: www.pichilemunews.cl – 19.08.2009
- De una u otra forma –los fotógrafos- han capturado fotos y perpetuado gran parte de nuestra naturaleza, el paisaje urbano, sus construcciones, personajes. En resumen, todo aquello que es nuestra identidad y memoria colectiva que nos pertenece a todos.

La fotografía –que surgió por allá en el año 1822 y para otros en 1839 cuando se capturó la primera figura humana, tras varios ensayos y pasos, entre ellos, el “darregotipo”- hoy es una de las disciplinas “artísticas” más populares de mundo, gracias a la tecnología que la ha masificado cada vez más, al ser incluso, incorporada a otro de los inventos que cada día sorprende, como son los celulares y/o telefonía móvil.
Hoy, 19 de Agosto, desde hace algunos pocos años, se conmemora el Día Nacional de la Fotografía. Y por ello –en horas aún no precisadas- serán lanzadas 50 mil tarjetas postales sobre el centro de la capital, como una forma de hacer llegar esas obras, de más de medio centenar de connotados maestros de la fotografía, a la gran masa. Aunque no sé qué tan efectiva será ese intento, pues muchas descansarán en techos y azoteas donde –acaso- las palomas las verán e, irremediablemente se perderán sin llegar a destino. Otras tantas se ensuciarán y perderán el interés de sus captores.
“pichilemunews” quiere aprovechar esta ocasión para testimoniarle a cada fotógrafo –aparte de la admiración- que pisó alguna vez nuestro terruño, nuestras arenas grises e inmortalizó a centenares de familias, de parejas, de grupos, cada rincón de nuestro paisaje, como de todas aquellas obras que le permitieron a Pichilemu marcar un sello en todo lo que es la obra de aquel visionario impulsor de ese feraz rincón costino de la vieja Colchagua, llamado Pichilemu.
Aunque probablemente los nombres de estos fotógrafos no sean los primeros que trabajaron en Pichilemu, el solo hecho de conocer sus nombres, nos lleva a indicarlos como algunos de los pioneros en ese oficio que nos cautivó por muchos años, pero que solo por ahí a los 21 años nos permitieron contar con una cámara fotográfica, cuando el año 1970 estuvimos estudiando en Iquique y pudimos, no con poco esfuerzo, adquirir una cámara réflex de 6x6.
Pero vamos a los nombres de esta trilogía: Estos eran Pantaleón Valdés, Luis González y Lineo Vargas. El niño que aparece atrás es Aliro Miranda Gaete, hijastro de Luis González.
Probablemente hubo algunos antes que ellos, pero sobretodo, muchísimos otros después. Uno de los más prestigiosos fotógrafos de los años 50 y 60 era Foto Rojas (Javier Rojas y sus hijos Javier y Lindorfo) que le siguieron desde muy jóvenes en el arte de la fotografía. Primero llegaron arrendando piezas en la calle Arturo Prat (hoy Primer Centenario esquina Independencia (hoy Angel Gaete) y, posteriormente, adquirieron un sitio en Aníbal Pinto y construyeron su casa de veraneo y de trabajo.
José Miguel Cabrera, hijo, recuerda: “Mi papá les arrendaba piezas y ahí mismo revelaban las placas de vidrio, porque al principio no trabajaban con rollos fotográficos, sino con unas delgadas láminas de vidrio, las que quedaban en cajones y cajones de ellas, tras cada temporada. Como cabros chicos no nos dábamos cuenta de lo valioso que hubiera sido guardar aquellas placas, pues eran hermosas fotografías, tanto de retratos en la playa, como de diversos paisajes de Pichilemu”, recordó hace algún tiempo en una entrevista que le realizamos, como parte del proyecto “Protagonistas pichileminos cuentan su historia”.
Foto Pérez, Foto Palma, Foto Morales, Foto Génova (Carlos Correa Polanco), Foto Salas (Carlos Salas y sus hijo Francisco Salas, Jorge Carreño Torres, entre otros), Foto Véliz (Gustavo Véliz, de Santa Cruz), Foto Carreño (Luis Carreño Torres y Ismael Becerra Gaete), Foto Edwin (Edwin Belmar y su hijo Andrés), Belmar y su hijo, Foto Fergo (Fernando González, de San Fernando), Foto Cáceres (quien después sería el sacerdote Francisco Cáceres Vargas, oficio que otro de sus hermanos también practicó en los veranos pichileminos), Foto Muñoz (Patricio Muñoz), Foto Madrid (Manuel Muñoz, primo del anterior). Muchos más hubo entre medio, pero sencillamente se borraron del disco duro.

OLEADA DE PICHILEMINOS
A mediados de los años sesenta ocurre algo inesperado y sorprendente. Atraídos por el éxito que ven o conocen de la experiencia de otros pichileminos: Patricio Muñoz y de Manuel Muñoz, primos pichileminos -que se radican en Santiago a trabajar ese oficio desde Marzo a Diciembre y retornan por la temporada- son varios los pichileminos que les siguen como aprendices y en las diferentes poblaciones de la capital del país empiezan a practicar y a foguearse –antes del “arte de la fotografía”- en el “arte de vender la fotografía” o en conseguir el sí para la fotografía, que no es algo sencillo, pero que sí es esencial, fundamental, para poder captar la imagen y que luego la paguen.
No menos de doce pichileminos y algunos de comunas cercanas hacen sus primeras armas con Patricio y Manuel Muñoz, quienes les pasan cámaras a sus aprendices y les pagan con un porcentaje del valor de cada fotografía.
Es difícil decir quiénes aprendieron la fotografía: captarla, revelar, copiar y vender y más adelante –cuando se sintieron capaces y juntaron algo de capital- dar un siguiente paso: independizarse.
Pero lo concreto es que después de estar unos años en Santiago, la mayoría retorna a la comuna natal, aunque algunos pocos se quedan en la capital (Francisco Manuel Becerra, Manuel Becerra Gaete, Manuel Bozo González, Carlos González Vargas, los hermanos Mario, Manuel, Camilo, Toribio y René Jorquera Vargas. Asimismo, Luis Arenas Muñoz, Juan Angel Vargas, Leopoldo “Polo” Lizana Vargas, los hermanos Juan, Edgardo, Héctor y Feliciano Jorquera Vargas, Fernando Jorquera Vargas. También, entre éstos está Mario Galáz, quien junto a Mario Jorquera –a quien le trabajaba- ambos me colaboraron como gráficos en la Corresponsalía del Diario La Tercera que ejercimos desde el año 1975 a 1992.
Si era sorprendente la cantidad de fotógrafos pichileminos en un momento, más aún era la coincidencia de que –si no todos- la gran mayoría eran del sector de Pueblo de Viudas.
Muchos de ellos hicieron de este oficio su profesión, permitiéndoles a unos cuantos a dar otros pasos, ahora ya en el plano personal. Algunos se casaron y formaron sus respectivas familias.
También, recordamos que en los primeros años de la década del ’70 y la medianía de la década llegan también otros fotógrafos a radicarse a Pichilemu. Está el caso de Foto Escudero (Jorge Escudero, quien es originario de Rengo) que se establece en Pichilemu junto a su familia, con una particularidad: No abandona su Cámara de Cajón, que construye él mismo al aprender a hacerlas en Argentina donde estuvo por unos años aventurando, según nos contó. Aunque igual disponía de otras cámaras más modernas para competir con sus colegas.
Otro que se establece en nuestra comuna, es Foto René (René Aguilar, originario de Santiago), quien junto a su esposa –aparte de trabajar como tales- abren un local con productos fotográficos que ha ido creciendo desde un modesto rinconcito a un surtido local.
También, la fotógrafo Lucía González Soto –proveniente de Rengo- se establece con su marido y hasta el día de hoy, si no nos equivocamos, sigue tomando fotos en diversas actividades.
Muchos son también aquellos fotógrafos que solo aparecían en verano y que en más de una ocasión rompían los acuerdos tácitos de mantener un valor de cada fotografía, según el tamaño, a color o en blanco y negro.
Una de estas situaciones que nos tocó vivir, fue por el año 1976 y/o 1977 cuando se dejó caer Foto Serra, quien años después llegó a tener una cadena de locales con el nombre de Casa “Serra” que vendían artículos fotográficos en la capital.
En efecto, llegó con cámaras Polaroid no solo él, sino con un hijo y una hija que –ya lo dijimos en una ocasión- “era de miedo”. Una lola escultural, morena y con una tremenda personalidad, pues usaba un diminuto bikini blanco que dejaba a media playa, sino más, admirándola. Y lógico “tiraba y tiraba fotos”, aunque los demás por más animalitos que pasearan, ella se llevaba la mayor cantidad de clientes.
Ah, y aparte de acaparar y matar, Lina –así se llama esta mujer, que sigue manteniendo su local en una Galería santiaguina, y que sigue tan estupenda, ella- daba más baratas las fotografías.
Creo que si la “sangre no llegó al río” fue nada más por su hija. Porque a más de alguno se le escuchó sus manifiestos deseos de darle una paliza por echar a perder el negocio a la mayoría.
Pero de esos tiempos a esta parte muchas cosas han cambiado. De los treinta a cuarenta fotógrafos que recorrían peinando las distintas playas, muchos “disparos” han ocurrido y estos tiempos modernos –con la diversidad de modelos de cámaras -convencionales y digitales, aparte de los celulares- cada vez los fotógrafos de playa son menos. Muy pocos son quienes prefieren seguir retratándose con los tradicionales fotógrafos.
¿Llegará el momento en que éstos desaparezcan totalmente?
No lo sabemos, solo el tiempo dirá si este oficio se mantiene.
Nosotros sin embargo, creemos que nunca desaparecerán totalmente por cuanto si no en la playa, seguirán trabajando en los colegios, escuelas, actos públicos y en las ceremonias de bautizos, matrimonios; donde siempre se precisa –por cierto- el trabajo de una persona más especializada y profesional. Y no en la voluntad de quien –sin saberlo- no conoce la ritualidad y momentos tradicionales de apretar el obturador.
Y antes de cerrar esta nota, felicitaciones a todos aquellos que han hecho de este oficio una actividad profesional.
Finalmente decir que quisimos mostrar a más fotógrafos de todos los tiempos, pero aquí están solo algunas de las fotos de personas que, con voluntad, las dispusieron para mostrarlas a ustedes fieles cibernautas.