Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Julia Soto G. (*) - 27.09.2020

En la actualidad y en los últimos años las investigaciones de diversos autores han señalado la importancia del aprendizaje socio afectivo y el impacto que tiene para el rendimiento escolar y para el bienestar general de niños y adolescentes, ya que permite que aprendan a identificar y reconocer las emociones propias y en los demás, facilitando el desarrollo de habilidades sociales para el futuro.
Las emociones, aún aquellas que a primera vista parecen ser poco importantes o de baja intensidad, tienen una influencia significativa en cómo actuamos y en cómo pensamos. De hecho, se les ha asignado tres funciones principales: la primera sería una función adaptativa, en la medida que son señales respecto de las condiciones del entorno, que prepara al organismo para la acción, por ejemplo cuando sentimos miedo ante algún peligro, nos permite tomar precaución ante esa situación; la segunda, una función social que informa a los demás acerca del estado de ánimo en que se está, es decir, podemos expresar lo que sentimos, lo que nos gusta, molesta, alegra, etc.; y la tercera, una función motivacional, que facilita la realización de determinadas conductas al generar un estado emocional propicio para ello, esto sucede cuando vamos teniendo experiencias positivas, emociones que nos satisfacen, como la solidaridad, la alegría ante un logro, todas estas cosas nos motivan a continuar realizándolas.
Es importante para nosotros como sociedad comprender que el fortalecimiento de las emociones positivas hace “sentirse bien”, por ende, si potenciamos el trabajo de identificación de las emociones en nosotros mismos y en los demás, cómo se manifiestan en nuestro cuerpo y conducta, tendremos niños, estudiantes felices con lo que son y con lo que hacen, logrando su bienestar tanto a nivel personal y social, a través del aprendizaje de la gestión emocional.
Cada vez que nuestros niños perciban que son capaces de actuar adecuadamente ante alguna situación complicada, expresando sus emociones positivamente, su sensación será de placer, ampliando cada vez más su repertorio, y queriendo repetirlas. Por ejemplo, un niño que logra ponerse en el lugar de otro ante una situación difícil y es capaz de hacerlo saber y apoyar, por un lado, se sentirá bien, tranquilo al saber que ha apoyado a su amigo, pero también tendrá una autoestima positiva porque sabrá que realizó una buena acción.  Estas acciones son las que van desarrollando una identidad, una personalidad positiva en nuestros niños.
Todos debemos cultivar las emociones positivas de modo indirecto, al encontrar significados positivos en eventos cotidianos. Por ejemplo, instaurar en las familias la relevancia del respeto, la gratitud, del amor en las cosas simples de la vida, solo así tendremos niños felices, capaces de resolver conflictos, de ser solidarios, autónomos y creativos. En definitiva, las emociones son la piedra base de las relaciones personales e interpersonales ya que, a partir de ellas y de cómo se manejan, las personas nos relacionamos con los demás. Y si construimos pautas saludables de interacción, nuestra vida tendrá una perspectiva más positiva y nos hará sentir bienestar y felicidad, sobre todo en estos tiempos que tanto lo necesitamos.

(*): Psicóloga y Docente del Área Educación
Santo Tomás Rancagua