Fuente: www.pichilemunews.cl – 28.08.2022
- “¡Todos tienen una madre, ninguna como la mía! ….” es recurrente en todos para señalar y recordar a nuestra progenitora. Y sin duda que es así, pues cada madre -desde que estamos en su vientre- empezamos a recibir amor, el que tras nacer se acrecienta por siempre ….
- Con su edad a cuestas está “clarita”. Puede contar una historia y “poner pausa” -mientras hay moros en la costa- y luego retomarla sin problemas. Solo una leve sordera que, cuando no entiende, pide le repitan ...

Pues, acá le vamos a contar y mostrar a una de ellas, como las hay en cada hogar. Ya lo decíamos, al recordar esas palabras de la canción que -por los años '60 popularizó el cantante argentino Leo Dan y que al escuchar con tanto sentimiento nos estremecíamos de emoción, al recordar a la nuestra, estuviéramos cerca o lejos de ella.
La madre a la que nos referimos en esta ocasión es a la señora Elena Rosa Vargas Pérez, quien con sus 94 años aún está activa, con su mente fresca, y ocupándose aún de los quehaceres domésticos de la casa.
Si no hay cómo convencerla que descanse, que deje que le cocinen, que la atiendan, dice una de las tantas nietas que permanentemente la visita para saludarla, ver cómo está, disfrutarla, sobre todo si es una fecha importante para ella.
Hace poco -invitado por su nieta Magdalena y su pololo- viajamos a conocerla y verla in situ y conversar un poco sobre su vida. Si bien nos contó muchos detalles, sobre aspectos puntuales en un par de ellos no quiso profundizar, pese a los intentos pero que para no incomodar no insistimos. Ya lo verán más adelante ….

Nació en Pañul
Elena Rosa nació el 22 de junio del año 1928 en la localidad de Pañul, a 8 kilómetros de Espinillo y 30 de de Pichilemu, respectivamente.
Desde muy niñita aprendió a hacer las cosas de la casa, enseñada por su mamá al igual que sus demás hermanas.
Y, aunque fue a la Escuela del lugar irregularmente donde solo aprendió a leer y matemáticas lo básico, aprendió a tocar la guitarra y a memorizar cantos, parabienes, cuecas, de tal forma que ella acompañaba a su mamá a cantar a las fiestas de localidades cercanas cuando habían fiestas tradicionales, como Trillas a yegua suelta o a yegua mancornada, para las celebraciones de las “carmenes”, fiesta de Santa Rosa, de San Roque, Fiestas Patrias, entre otras. Y su fiel marido Manuel la apoyaba y acompañaba, pues así la había conocido y no podía aspirar a que solo le cantara a él ...

“A mi mamá y a una tía las buscaban para ir a cantar. Yo también cantaba y tocaba la guitarra con mi mamá a donde la buscaban para las mismas ocasiones ...”.

¿A dónde por ejemplo?
“En el sector de La Pampa, arriba de Ciruelos, había una casa donde la señora Julia -hija de don Víctor Cornejo- tenía un negocio con Patente y para esas fiestas nos buscaba para que tocarámos y cantáramos. Para fiestas patrias nos íbamos para allá el día 17 y estábamos hasta el 20 de septiembre. Y de ahí regresábamos a la casa. También íbamos a La Viñuela, a Barrancas, a La Villa ….., también se celebraba a San Roque …, para la Virgen del Carmen”, recuerda.

¿Y cantaban por gusto o les pagaban por ello …?
“Nos pagaban y con “mesa tendida” (sic) *. A veces nos pagaban con dinero y otras veces cuando mataban reses nos ofrecían llevar carne -como parte de la paga- y como igual tenía que comprar, aceptaba …. Nos iban a buscar y dejar en bestias. Mi papá llevaba a mi mamá en ancas y yo iba sola en otra bestia. Bajaban “sentaditas” en la falda para bajar del cerro al plan ...”, recuerda la abuelita Elena.

Memoria intacta
¿Recuerda cómo se llamaban sus padres?, le preguntamos para conocer cómo está su memoria y nos responde, pese a que reconoce dificultades para oír, por lo que su nieta ayuda, repitiendo las preguntas: “Como no voy a acordarme de mis taititas … Claro que sí. Mi papá se llamaba Luis Ernesto Vargas Romero, y mi mamita Maria Margarita Pérez Pavez. Y si quiere le nombro a mis suegros: Ellos se llamaban José Celerindo Vargas y Amelia Vargas Muñoz”, nos dice con una carita de satisfacción ante nuestro asombro.

¿Pudo estudiar?
“Pude estudiar un corto tiempo en la Escuela de La Villa y también en Ciruelos, pero como 3 meses. Me recuerdo que me enseñó a leer una profesora de nombre Eduvige (Caro, madre de los hermanos Calderón Caro). En el libro del Ojo y recuerdo también el libro Lector Chileno. Eso es lo único que aprendí: a leer y escribir y algo de aritmética”. Su nieta Magda que está presente en la conversación, acota: “Es muy buena para los números ….”.

¿Y qué recuerda de su niñez?
“A los 4 años me acuerdo que acompañaba a mi mamá a dejar almuerzo a donde estaba mi papá en las labores del campo. Y cuando estaba un poco más grande en tiempo de verano casi todos los domingos íbamos a la laguna a Barrancas a bañarnos …. y también al estero por aquí cerca cuando el sol lo permitía”.

¿A qué edad más o menos aprendió a hacer las primeras labores de casa: cocinar, preparar comidas, hacer pan, a hacer prietas, empanadas, a preparar la lana, a escarmenar, teñir, hilar?
“Más a menos como a los 10 años empecé con los quehaceres de la casa, hacer pan, a preparar la lana para después venderla o para que me tejieran a telar lo que yo necesitaba para mi familia”.

¿Y cómo aprendió los cantos, los brindis, cuecas, etcétera?; ¿su mamá le enseñó o fue memorizando sola …?

“Lo de cantar me lo enseñó mi mamá. Mi abuelita María Margarita también cantaba junto a sus hermanas Rosa y Celinda. Mi mamá aprendió a tocar la guitarra y también a cantar y lo que sabía me lo enseño a mí ...”.
Y agrega: “Éramos bien buscadas por la gente de los alrededores, para que cantáramos en las celebraciones de las carmenes,san roque, santa rosa, para las fiestas patrias. Y a lo adivino cuando morían las guaguitas, que eso era bien seguido …..”.

¿Pololeo?
Por las fechas que hemos consultado con su nieta Magdalena, usted se casó el 24 de noviembre de 1949, a los 21 años. ¿Se acuerda dónde conoció a don Manuel, siendo que él era del sector de El Maqui, al otro lado del estero Nilahue y, usted nació en Pañul, a varios kilómetros y al otro lado del estero. Y tras casarse se fueron, primero a vivir al sector La Palma cerca del segundo Molino de Agua ahí en la Quebrada El Maquí. Y después de unos años se fueron a vivir a varios kilómetros de ahí, a Espinillo.

¿Cuéntemos cómo fue ese pololeo, quién fue el que atravesó el estero, para allá o para acá?
Un tanto extrañada por esos datos que le decimos y más aún cuando le mencionamos la palabra pololeo, nos mira y nos suelta: “¿Y quién le dijo que hubo pololeo? Nada. Yo con Manuel nos conocíamos desde chicos, pues las familias se conocían y los papás nuestros hicieron el trato para que nos casáramos. No sé con cuánta anticipación fue el trato, pero yo tenía 21 años cuando nos casamos. Fue un matrimonio arreglado como se usaba a lo antiguo ....”.

Fue en este punto donde -sin pretender ser impertinente- quisimos saber cómo tomó esa decisión de sus padres, qué reacción tuvo cuando supo que tenía que casarse. Si estuvo de acuerdo o hubo que obedecer simplemente ….
Sin embargo, antes de entrar al tema, sentimos que era incómodo y derivamos a otras interrogantes.
Ya devueltos hacia Pichilemu, su nieta nos hizo ver que felizmente no seguimos sobre el “trato”, pues ella lo ha intentado saber cómo fue y ella -dice Magdalena- le hace ver que no es algo grato de recordar ni menos comentar ….

¿Y cómo fue ese cambio de localidad luego del matrimonio …?
“Primero vivimos un tiempo en Pañul. Luego en La Palma (cerca de Rodeillo), y finalmente nos fuimos a Espinillo porque ahí necesitaban gente para trabajar y ahí decidimos comprar la casa y quedarnos ahí, hasta ahora. Claro que, como todos, sufrimos los efectos del terremoto y se nos cayó la casa y hubo que construir otra …, que es donde estoy ahora junto a dos de mis hijos viviendo. Ellos son Manuel Horacio y Eugenio Enrique. Y otro de mis hijos, Urbano vive cerca, así que estoy bien acompañada desde que enviudé ...”.

¿Cómo fue la vida en sus primeros años de matrimonio?
“Sacrificada como es la vida del campo, pero nada de aburrida. Siempre había que hacer algo de tempranito en la mañana, dándole de comer a las aves, a los animalitos que uno podía criar. Si había que ordeñar, hacer queso, y la comida … En fin, después en la tarde limpiar la lana, escarmenar, hilar …. Había muchas cosas que hacer. ¿Cómo nos íbamos a aburrir …?”, pregunta la abuelita Elena Rosa ...

¡Harto trabajo!, acotamos. Y ¿cómo se entretenían en esos tiempos?, ¿descansaban, disfrutaban?
“Bueno, las fiestas familiares, de vez en cuando la celebración de un santo o santita, cuando se mataban chanchos, vaquillas. Ahí se reunían familiares, amistades. Una que otra fiesta de bautizo, la fiesta de las “carmenes”, Santa Rosa de Pelequén, íbamos a la fiesta de San Andrés ...”.

A propósito de bautizos, ¿cuántos hijos tuvo usted señora Elena Rosa …?
“Yo tuve 12 hijos, más una pérdida (aborto espontáneo). Ellos me han dado 15 nietos y 12 bisnietos ...”, dice orgullosa.

¿Y recuerda los nombres de sus hijos …?
“Si no está apurado, déjeme recordar ….”, y luego de unos segundos, prosigue: “Basilio Baltazar, Inelda Bernardina, Manuel Horacio, Irma Orfelina (murió de 9 meses), Luis Ignacio, Urbano Celerindo, Romilio de Jesús (fallecido a los 22 años), Juvenila de las Mercedes, Haydeé del Rosario (murió a los 11 días), Álvaro Eugenio (murió a los 4 meses), María Magaly y Eugenio Enrique.

Y con familia, hijos, ¿igual usted iba a tocar y cantar a las fiestas cuando la buscaban?

“Siempre me apoyó mi marido y a los niños los dejaba al cuidado de hermanas, de mi mamá, y ya cuando estaban más grandes iba con mis hijos a la cosecha de Uva, a “gameliar” a Chimbarongo en los tiempos de vendimia, y después nos veníamos de vuelta a casa con dinero y cosas para alimentarnos, productos que estaban más baratos que en Pichilemu …..”.


¿Usted era como una hormiguita de trabajadora?, le decimos en tono de broma ...
“Éramos hartos y había que trabajar. Yo vendía empanadas los domingos cuando jugaban fútbol, iba a la cancha. Se hacían pocas ….”, dice con satisfacción. Y acota: “Mi marido trabajaba en la agricultura, en los bosques y todo se hacía poco, así que había que generar más dinero para un mejor vivir ..”, dice a modo de explicación.

Y antes que digamos nada, agrega: “Yo hacía de todo. Después de las lluvias salían callampas, yo recogía y juntaba callampas y vendía por kilos y me ganaba unos buenos pesitos ...”.


Señora Elena Rosa, la veo un tanto desabrigada, con las mangas arremangadas .., dígame ¿cómo lo hacía cuando se enfermaban usted, o sus hijos, cómo lo hacía para llegar al Hospital?
“Mire, le voy a decir que en mi vida estuve solo una vez hospitalizada como 15 días ...”.

¿Y dónde tuvo a sus hijos, entonces …?
“Acá en el campo como todas. Se buscaba una persona que ayudaba en los partos. Una partera. Y gracias a dios no hubo problemas. Claro, se murieron un par siendo chicas (dos mujeres: una de 11 meses y otra de 11 días y otro ya crecido (de 22 años)”.

¿Qué recuerda de su hospitalización, cómo llegó hasta allá?
“Cuando me sentí enferma mandé recado con don Luis Urzúa de acá de Alto Ramírez que tenía recua de machos y mulas y viajaba a Pichilemu. El era hermano de don Pedro que estaba allá y mandé recado para que me consiguiera que la Ambulancia me viniera a buscar y me vinieron a buscar despues de horas”.

¿Recuerda en qué tiempo fue eso …?
“Eso fue hace mucho tiempo, los chiquillos mayores estaban chicos todavía ...”.

¿Llegó a la Casa de Socorros o al Hospital …., se acuerda quién era el chofer …?
“Estaba don Sánchez de doctor que me vió, muy gueno ese caballero …., me acuerdo de la señora que le decían Pepita, también una señora Eliana ...”.

Llegó entonces a la Casa de Socorros, le acotamos. Y agregamos: “El Doctor Basilio Sánchez le atendió, y las señoras eran la señora Clarisa López y señora Eliana Pavez. ¿Y quién era el chofer …?, volvimos a insistir.
“A ese caballero parece que le decían Nene o algo así ...”.

¿No será Neno Urzúa …?
“Claro, él era. El papá de Luis Urzúa ...”, acota su hijo Manuel Horacio que está cercano a la conversación …., quien la acompaña junto a otro de sus hermanos, Eugenio Enrique, en la casa que construyeron tras caerse otra en la falda de cerro más abajo con el terremoto de 2010.

Casa que vemos y fotografiamos que está desplomada y afirmada solo por milagro. Aún así la recorrimos por su interior y vemos que poco tiempo en pie le queda ….
Esa casa tenía casí 50 años cuando llegamos a este sector ….

¿Y qué hay de cierto que usted se arreglaba sola sus huesos cuando se caía?
Luego de pedirle a su nieta Magda que le repita la pregunta que hacemos, dice: “Así es, muchas veces haciendo mis cosas o bajando los cerros me caí, y yo misma me arreglaba cuando se me salían de su posición”, al tiempo que empieza a mover los hombros y nos pregunta “sintió el ruido ...”. Y acto seguido, agrega: “Ahí quedé mejor ...”, con total naturalidad ….

Entre varios cuadros con fotografías en la pared, destaca un diploma que está en uno de los recintos de su casa, que dice: “Se reconoce a Elena Rosa Vargas Pérez por su abnegada e incondicional labor de madre”. El que le fue conferido por el Concejo Municipal en Mayo de 2018, en una ceremonia junto a otras destacadas mamás en su día.

¿Qué más podemos decir de esta mamá, abuelita que a sus 94 años sigue bregando feliz en su casa y que nos ofrece una que otra cosa, hasta que finalmente le aceptamos un par de mates?, donde aparte de hacer todos sus quehaceres y darse el gusto de cocinar y preparar pan amasado, sopaipillas, se da el tiempo para libar sus buenos mates. Y, si la apuran un poquito, pide la guitarra y entona aquellas cuecas y tonadas que centenares de veces hizo bailar y sacar aplausos en ramadas campesinas.
De hecho, un poco inquieta nos pide un tiempo para ponerse a cocinar para que nos quedemos. Pero agradecemos su amabilidad porque hay que volver y hay otros compromisos. Aún así nos pide esperemos y nos regala unos huevitos, que pese a que insistimos no se moleste, ella nos pide que los aceptemos.

Sin duda, un ejemplo y tesoro como muchas otras madres que aún están activas y que lejos de descansar, gozan del cariño de sus hijos, con sus nietos y bisnietos que aparecen en algunas fechas a manifestarle su cariño. Incluso de una que otra hermana, como la que vive en Santiago y que hace unos días había estado de visita ….

En ella, a través de esta sucinta historia, “pichilemunews” les entrega un homenaje no solo a doña Elena Rosa -que luego estará de onomástico- sino a todas esas sacrificadas madres, que están a años luz de las actuales generaciones. Y que -sin ninguna duda- tienen mucha razón para cantar y/o tararear la canción de Leo Dan: “Todos tienen una madre, ninguna como la mía …..”.

*: Aparte del pago, se les proporcionaba el alojamiento y comida por parte de la casa.

Nota de la Redacción: Durante dos días estuvimos conversando con la señora Elena Rosa para escribir sobre ella -sin decirle cuándo publicaríamos ni dónde se daría a conocer- en tanto que, paralelamente conversamos con su nieta Magdalena, su pareja Luis, los hermanos Urbano, su esposa Lucía, Manuel Horacio, Basilio Baltazar, Juvenila y María, entre otros familiares, lo que ayudó a corroborar y precisar aspectos tocados en este artículo; lo que agradecemos por su colaboración y atención.

Fotografías: Magda Vargas A./Fb Familiares/WSG