Jueves, 21, Nov, 4:22 AM

Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Mario Carvajal Bunster – 17.04.2020

Debiéramos, mirando esta foto, hacer memoria y contar la historia de esta imagen en blanco y negro, de Punta de Lobos, en el restaurante que estaba camino a Pichilemu llamado Juan y Medio.
Entiendo, sin duda, que es la que se presentó, en tamaño 30x40, y que ganó el Primer Premio en el Concurso de fotografías de la Sexta Región el año 1974. Y que de los organizadores, el milico designado que presidía el jurado, se quedó con la foto y todas las demás.
Quisieron los dioses (principalmente Dionisio, junto a los poetas que habitan el Parnaso) que, hambre y sed mediante, el autor y su obra se encontrasen por última vez, como un mero detalle del destino, a la vera de la carretera 5-Sur, donde paran los camioneros a las humanas cosas de cambiar el agua de las aceitunas, con hambre, sed y un breve descanso.
Y, nos queda la pregunta, ¿de qué modo llegó al restaurante Juan y Medio? El cuento es que esta foto de Punta de Lobos y otras de Pichilemu (como la que está en el Hotel-restaurante de Sergio Urzúa), el autor se la prestó para que decorara su negocio, al comerciante Hernán Álvarez Maturana, un pillo de siete suelas, (que con violencia descansa en paz) y a éste se la robó Juan Pérez, alegando que era de su pariente y, sin asco, como cuentan, se la vendió a Juan y Medio o se la cambio; en verdad fue por esto: por un plato de lentejas como Jacob le compró la primogenitura a Esaú. Y Juan Pérez, dicen, no olvida, hasta ahora, el tremendo asado que devoró ese día en la mesa pródiga de Juan y Medio. De lentejas nada.
Se dice de ese lugar en la carretera, que tomó su nombre del primer dueño, Juan, que era bastante alto y ampliamente grueso, por lo que los parroquianos murmuraban que alcanzaba su humanidad para un hombre entero y medio más.
Las tragedias no suceden sin motivo, hay oscuros poderes que con sus ambiciones van juntando causas hasta que se desata el desastre y, poco les importa en qué parte lejana de nuestro mundo sea.
Juan y su familia atendían muy bien, con cariño y esmero; cocinaban sabroso y eran generosos con el calibre de las porciones servidas a sus clientes y los salones muy limpios, las mesas atendidas por bellas camareras: todas huasitas vírgenes de la zona. El prestigio de la calidad corrió de boca en boca y su negocio prosperó sobre la marcha, aunque la virginidad que Juan y Medio añadía como postre para mirar y luego murmurar, en estos tiempos, no tiene ningún prestigio. Nadie cree en ella.
Entonces, todos los “Juanes” exclamaron: ¡Vamos ampliando los comedores, los aleros, la cocina; hartas ampolletas, tubos, cámaras de frío, ventiladores, refrigeradores para bebidas, ¡máquinas de helados! Hasta un “Wurlitzer” colocaron. ¿Habría, en medio de los campos aledaños, sembrados de viejas viñas; trajinados por vacas, gallinas y caballos, ¿un electricista? ¿A la mitad del camino entre Rengo y Requinoa?
No era necesario, somos chilenos, todos somos maestros “chasquillas”, “maestriamos”, además los electricistas cobran caro, y la municipalidad se lleva “una alita” por los planos... Así que: Así no más ¡a la que te criaste! ¡Como salga! Mientras más rústico: ¡más rica la comida!
Llegó un día fatal, en que estando todos borrachos celebrando un cumpleaños, que el antiguo local de "Juan y medio" fue consumido por un violento incendio que, se originó por un cortocircuito en la instalación eléctrica sobrecargada. No se salvó nada, y la foto del Primer Premio que exaltaba, con mucha anticipación por el acierto del fotógrafo, la posterior fama del Punta de Lobos, el surf y sus olas; la foto se hizo humo pese al agua que tenía retenida en su imagen; solo queda la que, de casualidad y, sin pensarlo, se guardó de la obra del Hijo Ilustre de Pichilemu, Jorge Aravena Llanca, convertida en la imagen de la carátula de su disco en que canta la famosa tonada “Quiero volver a Pichilemu". Al poco tiempo la imagen se volvió icónica en Pichilemu. Todos han buscado el mismo ángulo y han tratado de reproducirla, hasta nosotros un día con cámaras digitales anduvimos contando paso a paso, los cactus para buscar el ángulo exacto, sin considerar que la naturaleza cambia de tamaño y lugar los motivos naturales más débiles, como el caso de los seres ignorantes que son cactus que no dejan huellas: solo el más fuerte, sabio y bello es el que perdura y llega a viejo, pero igual se desvanece.
Las verdaderas causas de este siniestro están lejos, ¿la responsabilidad es de don Juan o sus descendientes, en lugares de esfuerzo y trabajo en que se hace lo necesario y se sale adelante con familia y todo? ¡No!
La culpa fue de Edison, J.P. Morgan, Westinghouse y varios más; los inventores y financistas de las ampolletas lumínicas, 116 años atrás en tiempo que le hicieron la "Guerra de las corrientes" a Nicola Tesla, quien proponía un tipo de electricidad sin cables ni recalentamientos. Más encima casi gratis. Puras y verídicas historias que el tiempo nos depara.
¡No, poh, hay que sacarle plata a la gente! Y se tiraron todos encima de Tesla, lo declararon loco y casi lo borraron de la historia. Ahora andan como enfermos tratando de entender sus teorías, el mundo está que se quema y el "loco" Tesla, además, resulta que era ecológico, adelantado y medio extraterrestre.
Los descendientes de don Juan, con los años, para no malgastar la fama, pararon el negocio nuevamente. Varias veces he ido a comer allí. Sigue siendo excelente.
Esta es la invitación al fotógrafo que aún vive y, un día por pura intuición, bajó a almorzar en ese antiguo Juan y Medio y se inmortalizó ante su propia obra.
Jorge, para tu próxima visita a Chile, tenemos que ir a contar la historia de la incendiada foto de Punta de Lobos, quedando su recuerdo como precursora del surf en Pichilemu y la desaparición de los lobos, porque apenas sobre su roca, blanca de abono inútil, se posan los alcatraces y las pocas gaviotas que avergonzadas y despistadas, detienen su vuelo en la erosionada cumbre. Y, esperemos por gentileza un asado –mejor un costillar ¿te parece?–, por si en algo los nuevos Juanes tienen memoria y aprecian la historia.

Mario Carvajal Bunster
Editor de Rave-Stern.

Fotografías: JALL/MCB/Archivo "pichilemunews"