Miércoles, 04, Dic, 3:59 PM

Fuente: www.pichilemunews.cl – 04.12.2024
Hace 66 años el mundo cristiano -en todo Chile- se enteró por el “sonar de campanas” que su máxima autoridad eclesial chilena, había fallecida al tiempo que las pocas radios existentes en cada pueblo difundían la noticia: falleció el Cardenal Caro.
El año 1980, varios años después de su muerte, el “pueblo católico” vio erigirse estatua en su memoria, no antes que removiéramos públicamente la desidia en cumplir con una ley ex profeso.

En efecto, un inquietante repicar de campanas “en modo fúnebre” anunciaban el fallecimiento de un cristiano. Poco a poco se fue conociendo que era el mismísimo hijo de esta tierra, nacido en la que más tarde sería la comuna de Pichilemu, allá en el sector de Los Valles de la Hacienda San Antonio de Petrel, que por aquel entonces administraba su padre José María Caro Martínez; quien años más tarde fue elegido el primer alcalde de Pichilemu.
El niño José María Caro nació el 23 de junio de 1866, el mismo año en que llegó una imagen de San Andrés Apóstol, encargada a España por el sacerdote de entonces. Y, cuando llegó -desde la Estación de Pelequén, pues hasta ahí alcanzaba el tendido férreo en su camino al sur- cargada en angarillas por campesinos que viajaron a buscarla; su madre embarazada -Rita Rodríguez Cornejo- se arrodilló a su paso y en sus ruegos -según dice la historia- ofreció a la criatura que venía en camino al servicio del Señor.
Tal voluntad se cumplió ampliamente, tras aprender sus primeras letras en la escuela, fue llevado al Seminario de Santiago. Muy pronto, junto a otros niños se destacó y, por ello, el arzobispo de Santiago, Monseñor Mariano Casanova y Casanova, lo envió junto a otros alumnos para que continuara sus estudios superiores en el Colegio Pío Latino Americano y en la Universidad Gregoriana, ambos en Roma.
El 20 de diciembre de 1890 fue ordenado sacerdote en Roma, al tiempo que se graduó de doctor en Teología de la Universidad Gregoriana.
Tras regresar a Chile en plena Revolución Civil, en 1910 -por razones de su estado de salud- es enviado a la localidad de Mamiña, famosa por sus Termas. En 1911, es nombrado vicario apostólico en la provincia de Tarapacá y obispo de Iquique. Recibió el orden episcopal de parte del internuncio, Monseñor Sibilia, el 28 de abril de 1912.
Después de trece años de permanencia en Iquique, el 14 de diciembre de 1925 el papa Pío XI lo nombró obispo de La Serena.
Allí, Caro publicó numerosas obras de carácter doctrinario, como Fundamentos de la fe, Porque creo, El matrimonio cristiano, El misterio de la masonería y La Iglesia y los obreros, entre otras.
E l 14 de octubre de 1939 se traslada a Santiago, luego que el papa Pío XII lo nombra como arzobispo de Santiago, para tomar asumir en la arquidiócesis.
El año 1945 fue nombrado Cardenal de la Iglesia Católica Chilena.
El 4 de diciembre de 1958 falleció en la sede arzobispal, en calle Mac-Iver esquina de Merced.
El gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez dispuso días de duelo nacional y se realizaron funerales donde el pueblo católico le brindo una apoteósica despedida, exequias presididas por altas autoridades del país como eclesiásticas.
Sus restos descansan en la catedral de Santiago.
Con ocasión del natalicio de su centenario, año 1966, en el Congreso Nacional se aprobó una Ley para erigir un monumento nacional en su memoria, a través de una colecta nacional que se realizó. Sin embargo, tras un concurso fallido para su creación -suicidio del artista de por medio- pasaron largos años, para que se concretara la cristalización del monumento a su memoria.

Deuda saldada
Sin falsa modestia, tras años -sin que ninguna voz recordara esa omisión y deuda- por arte de magia una estatua se inauguró el año 1980 frente a la Catedral de Santiago, la que posteriormente de cambió a escasos metros del lugar. Una obra en bronce encargada al escultor Galvarino Ponce.
Claro, luego que removiéramos conciencias de autoridades civiles y eclesiásticas, a través de un “recordatorio” a toda página en el Diario La Tercera, meses antes. Exactamente el 24 de junio de 1979.
A aquella ceremonia, en noviembre de 1980, presididas por el enviado y representante papal, el obispo argentino Primatesta, el Cardenal Raúl Silva Henríquez, autoridades gubernamentales, edilicias y pueblo católico, estuvo una delegación del Centro de Hijos y Amigos de Pichilemu. Y por el alcalde de entonces, José Lino Vargas Jorquera, quien falleció escasos dos días.

Fotografías: WSG/Archivos “Pichilemunews”.