Viernes, 20, Sep, 10:33 AM

Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Ramón Lizana Galarce (*) - 03.09.2023

¡Ramón, levántate! Era la voz de mi papá que me apuraba. ¿Para qué? le pregunté ... Porque hoy haremos un viaje inesperado ....
Ante la firme respuesta de mi padre, no quedó otra que obedecer, al tiempo que le dije: Deme 20 minutos para ducharme y estoy listo ..

Hay una pareja de españoles que desean conocer los alrededores de Pichilemu y yo les ofrecí llevarlos en nuestra Cabrita. Creo que será una bonita experiencia y un momento oportuno para que quienes nos visitan puedan conocer otros lugares y su historia aparte del consabido mar.

Faltaban dos minutos para las 8.00 AM cuando pasamos a buscar a la pareja de turistas españoles a la Residencial “Victoria” a poco más de una cuadra de la nuestra. Mi padre los saludó y me presentó. Y antes que respondieran nada, mi padre les dijo: ¡No ve que cumplí con la hora, tal como ustedes querían! Los turistas asintieron y se acomodaron junto a mi padre y yo me senté en la parte de atrás de la Cabrita, como habitualmente se hacía con las personas ya más creciditas y que podían afirmarse con seguridad al respaldo del carruaje.
Eran los tiempos en que se podía circular libremente por cualquier calle. Por eso, al seguir por la calle José Joaquín Aguirre hasta la calle Aníbal Pinto nos cruzamos con dos cabritas y un carretón, amigos que saludaron levantando levemente sus sombreros.

Mi padre como si alguna vez hubiera hecho labor semejante, dijo: “La calle Aníbal Pinto desde hace muchas décadas es la calle más comercial del pueblo. Los comerciantes son amables y respetuosos. Les diré mis amigos, que cuando una persona muere acá en Pichilemu la carroza que sale desde la Parroquia Inmaculada Concepción y avanza por la calle Pinto y Avenida Ortúzar siguiendo por la calle Concepción hasta el cementerio, los comerciantes bajan las cortinas o cierran las puertas en señal de respeto por el muerto ….”.
Pedro el español, dijo: “Pues en los pueblos de España repican las campanas cada vez que un pueblerino parte al otro mundo”.

Seguimos por la calle Pinto hasta la subida que va desde los andenes de la Estación al Hotel “Luxor”. “Desde aquí se ve la laguna Petrel y la Estación de Ferrocarriles, cosa que no vieron al llegar en el tren de la noche. Y desde acá, a la izquierda se aprecian los embarcaderos de botes. Hay varios boteros, está Don Efraín, don Evaristo (o Don “Vara”), entre otros, quienes arriendan botes con o sin remador por si usted quiere hacer ejercicio. Y si vienen, no olviden decirle que “Lucho Andrés” les recomendó”. Y sin parar, mi papá continuó: “Incluso la Reina de la Semana Pichilemina junto a las demás damas les dan un paseo nocturno en una actividad que llaman la noche veneciana, mientras sus simpatizantes las vitorean”. Manuela, la esposa del español, que no había dicho palabra, preguntó: “¿Ustedes tienen Noches Venecianas?”. “Pues claro”, respondió mi papá. Agregando de inmediato: “Pero a la chilena o mejor dicho a la pichilemina …..”.

Todos sonreímos con la acotación de mi padre ... y, yo que prácticamente no le conocía esa habilidad, no dejaba de sorprenderme con esa facilidad de palabra con la información que le entregaba a unas fascinadas visitas a poco de emprender el recorrido … Y me preguntaba ¿a qué me trajo a mí, o será para que aprenda …?

La Estación tenía una máquina a petróleo estacionada y unos dos o tres vagones.
“En verano, cada domingo llega un tren excursionista que sale a primera hora de la mañana desde San Fernando, donde empieza el Ramal a Pichilemu y retornaba al atardecer. Y llega diariamente un tren ordinario y un expreso, que llegan pasado mediodía con un par de horas de diferencia; y el de la noche. Claro que estos servicios son solo en verano, pues se triplica la cantidad de gente que llega a veranear, provocando serios problemas en los servicios básicos como luz y agua. Y, en invierno quedamos solo con un servicio diurno y otro nocturno”.

Y casi sin respiro, agrega: “Ahí a la derecha, está el bebedero de agua que los cocheros utilizamos para darle de beber a los animales”, y dirige la cabrita hasta el lugar enfrente.
Mientras las bestias beben agua. Me atrevo a intervenir. “Este bebedero fue necesario construir porque desde que se creó la comuna y empezó poco a poco a crecer, aparte del caballo, el único medio de transporte eran las cabritas y los carretones para movilizarse por el pueblo y sus alrededores. Por eso mismo, son muy pocos los vehículos de alquiler que hay acá, el Taxi de don Sergio Pacheco y otros que en verano llegan de Santa Cruz, San Fernando, Santiago; pero, aun así, no pasan de cinco, ante casi cien cabritas y más de una docena de carretones que se mantienen”.

“Que interesante …”, acotó la española volteando la cabeza hacia atrás. Mis palabras las sentí “tiritonas”, lo que me preocupaba; pero un guiño de ojo y una leve sonrisa de la visita me dio a entender que mi explicación no había salido tan mal como yo lo suponía. Claro que debo reconocer que me inquietó un poco, al tiempo que me agrado su gesto …”.
Ya satisfechas las dos bestias, enfilamos hasta la Avenida Cáhuil y doblamos a la derecha hacia el sur.

¿Y esta casa tan grande con palmeras de quién es?, preguntó el español. “Esta casa que abarca casi una manzana son parte de las casas patronales de la familia Greene Valverde”, acoté antes que mi papá interviniera, intuyendo que él no tenía la respuesta …

“De aquí hasta el Pueblo de Viudas veremos muy pocas casas”, acotó mi padre.
Y casi al unísono, los españoles preguntaron: “¿Pueblo de …. Viudas?”.

“Si, así tal cual. Es una calle larga con casas de adobe por ambos lados. Se dice que eran 7 viudas que quedaron abandonadas por sus maridos que partieron a la guerra que nos enfrentó a los peruanos y bolivianos. También dicen que fueron viudas que hicieron de ese lugar sus viviendas, abandonadas por sus hombres ….”, dijo mi padre.
“¡Pobres mujeres¡”, exclamaron Pedro y Manuela.

El matrimonio de Pedro y Manuela era a mi modo de ver un tanto disparejo. Él tendría unos cuarenta años quizás. Y Manuela, yo diría mínimo unos cinco años menos. Un poco más alta que Pedro, era una trigueña, atractiva, sobre todo por sus grandes ojos y largas pestañas, sus mejillas se notaban tersas y unos labios que se veían -de reojo- más que grandes, llamativos con un color carmesí muy bien delineado, como sus ojos …

Avanzamos unos kilómetros y en una bajada encontramos una poza, más parecido a un charco donde habitaban muchas ranas. Se veían unas tres o cuatro vacas tomando agua, mientras en una pequeña lomilla se veían un piño mayor que comían la paja seca tras la reciente cosecha de trigo.
“A este punto del camino le llaman la Poza de las Ranas. Más que nada, es un punto referencial para el camino y para indicar que a pocos metros está a la derecha, un camino que lleva de regreso a Pichilemu por un camino interior hacia el norte, y, también, hacia Punta de Lobos siguiendo hacia el sur poniente”, indicó mi papá.
“¿Punta de Lobos?, preguntó Manuela dirigiendo su mirada hacia atrás …
“Punta de Lobos es un lugar muy atractivo, con una hermosa playa. A la vuelta, pasaremos por ahí”.

Ya en camino pedregoso y gredoso avanzamos hasta el lugar llamado Buenos Aires. Una casa de adobe frente a otra. Ahí, una ventera nos ofreció un desayuno de huevos de campo, queso y café. Nos miramos y aceptamos de buena gana, especialmente yo que me había acostado tarde y hacía horas que no probaba nada de alimento. La dueña de casa, en una improvisada mesa, pero con un albo mantel con pequeños dibujos de florcitas silvestres nos ponía una panera con pan amasado que de solo verlo se sabía muy sabroso,
Unas servilletas de lino blanco, azucarero, té preparado y café de trigo en una cafetera hirviente, una tetera con agua hirviendo y una jarra de leche de igual manera. Ya enterada que las visitas eran extranjeras y mientras nos servíamos el desayuno, la dueña de casa nos empezó a contar historias del más allá que ocurrían por la zona.

Tras sorprendernos de aquellas historias, que luego estando arriba de la cabrita, hasta mi papá confesó no haberlas oído antes, seguimos nuestro viaje. Todos verdaderamente satisfechos, aunque lamentaba no haber raspado la paila, por no causar mala impresión de la española que sentía me miraba de reojo. Y cuando lograba captar su mirada sonreía nerviosa ….

A pocos minutos de ahí, llegamos a Las Comillas y mi padre, dijo: “Por este camino a la izquierda se llega a Ciruelos a la derecha, pero si continuamos hacia la izquierda llegamos al sector de Nuevo Reino y siguiendo a la Quebrada del Nuevo Reino; pero para allá nos alejamos mucho, así que seguimos a la derecha hacia Los Cruceros. Y de ahí bajamos a Ciruelos …”.

Mientras alcanzábamos la planicie, mi padre detuvo la cabrita y le habló a la pareja de españoles: “Aquí, bájense un momento y mi hijo les mostrará algo que le conté hace poco y quiero oír si se aprendió la historia”.
“Yo asumí el reto y pedí a la pareja que me acompañarán al borde del camino, donde entre los pinos al lado derecho se veía una figura de arena rojiza parecida a una mujer desnuda recostada de espaldas. Sobresalían sus formas desnudas…., que de pies a cabeza alcanzaba a lo menos a unos 20 metros”, mientras les pregunté si ellos la percibían. Se miraron y asintieron. “Bueno, proseguí, se dice que una niña enamorada de un muchacho se fue a ese lugar a esperar por él. Él nunca llegó pese a que él mismo le pidió que fuera a ese lugar donde estaría esperándola. Sin embargo, no estaba y ella decidió a esperarlo, pensando en que llegaría, pero no fue así. Así y todo, ella no perdía su esperanza y en la constante espera que se prolongó por días, se fue convirtiendo en una figura de arena rojiza hasta quedar plasmada en la arena esperando a su enamorado”.
Por la reacción y consulta que me hizo Manuela, me resultó bien el relato, pese a que le agregué algunas cosas que mi padre no me las dijo.
Mi padre no me dijo nada, si lo hice bien o no; pero él agregó enseguida algo que él no me había dicho.

“Pocos son los hombres que se atreven a pasar a medianoche por aquí, pues la desaparición de algunos se la atribuyen a la pobre niña que se quedó aquí para siempre esperando a su enamorado”.

Hasta yo quedé sorprendido de ese complemento y por largo rato, nos quedamos en silencio, hasta que llegamos a Los Cruceros.

Los Cruceros es un punto donde bifurcan tres caminos. Podríamos haber tomado hacia el Millaco y bajar a Cáhuil hacia la derecha, o seguir derecho, pero no, mi padre viró a la izquierda y seguir rumbo a Ciruelos.

Ya en dirección a Ciruelos, mi padre dijo: “Tengo otra historia relacionada con la Mujer Desnuda. Una vez, un lugareño pasado de copas cabalgaba desde Buenos Aires en dirección a Los Cruceros. Ya había caído el sol y cerca de la Mujer Desnuda siente un sobrepeso en su caballo. Se vuelca a mirar y observa un acompañante todo de negro y sin rostro sentado en las ancas de su animal. Asustado a más no poder emprende feroz carrera hasta los mismos Cruceros y cada vez que se volcaba su acompañante seguía ahí mismo. Al llegar al cruce de caminos ante la desesperación comienza a rezar un Padre Nuestro y un Ave María. Fue entonces que su acompañante desapareció de la misma forma como se había montado en las ancas del animal. El lugareño asustado y con el trago ido del puro susto, prometió nunca más volver a tomar ni por encargo”.

“¡Coño!…, estás inventando historias y mi mujer está espirituada. Dime que la has inventado tú ¿o es verdad?”.
Mi papá esbozó una sonrisa y le respondió: “Yo no la he inventado y menos he sido yo ese lugareño, pues a mí me sigue gustando el vino …”, mientras llegábamos al plan, luego de varias curvas que ni sintieron.

Ahí, me animé de nuevo y seguí contando la historia que me había transmitido mi padre: “Ciruelos, como ven ustedes, también es una calle larga con casas de adobe de muchos años. Antes de que Pichilemu empezará a tomar forma de pueblo, Ciruelos era el centro comercial donde todos acudían a realizar sus compras. El tren llegaba hasta la Estación Larraín Alcalde y desde allí en caballos y carretas se llevaban las mercaderías y hasta la correspondencia a la Oficina de Correos que ahí funcionaba.
En esos tiempos era más importante que Pichilemu. Muy comercial y católico. Estando, viviendo con su abuelo paterno, José María Caro Rodríguez -quien años después, el año 1945- fue ungido como el primer Cardenal de Chile, estudió sus primeras letras en la escuela del lugar.
Es más, se cuenta que cuando su madre Rita estaba embarazada, y llegó la imagen del patrono Apóstol San Andrés, la que fue encargada a Europa, ésta se inclinó ante la imagen y le prometió que si nacía un varón se lo consagraría a Dios.
Los parroquianos esperaban con tanta ansiedad la imagen de su Patrono, que cuando supieron que el Patrono había llegado a Chile, junto con el sacerdote de entonces se organizaron y viajaron hasta el pueblo de Pelequén -distante a más de cien kilómetros- a buscar a caballos y en angarillas a su patrono San Andrés, el mismo que se celebra cada 30 de noviembre en este pueblito de Ciruelos”.

Pedro, un tanto escéptico sobre el viaje preguntó por qué tuvieron que hacer ese viaje tan largo. Y ahí mi padre le respondió. “De alguna forma había que ir a Pelequén, pues el año en que llegó la imagen a Chile, el ferrocarril se estaba construyendo y recién venía en esa localidad; también muy católica, donde ellos celebran a “Santa Rosa”, cada 30 de agosto”. Ahí en la antigua Iglesia de Ciruelos descansamos un rato y la recorrimos brevemente para estirar las piernas, mostrándole la imagen del Apóstol San Andrés, como de San Isidro y las demás, casi todas traídas desde Europa.

De la iglesia y subiendo un trecho se llega a La Pampa, donde a metros por el camino que lleva a la estación de Larraín Alcalde, está uno de los cementerios católicos más antiguos en varios kilómetros a la redonda. Ahí están descansando los más antiguos habitantes de la zona, entre ellos los padres del Cardenal Caro, doña Rita y don José María Caro Martínez, quien fue el primer alcalde de la comuna de Pichilemu y por tres períodos consecutivos.
La Pampa es un lugar de unas cuatro casas donde después de la fiesta de San Andrés los huasos mostraban sus destrezas topeando sus caballos o bien realizando carreras cortas para ver quién era el mejor montado en la silla. Sobre todo, cuando ya los vapores etílicos se van a la cabeza y, que, pese a que se decreta zona seca durante las festividades, por arte de magia gran parte de la feligresía -tras pagar sus mandas- aquieta la sed con mostos que surgen por allá y por acá.

“En La Pampa se pueden tomar varias direcciones”, dijo mi padre. Y enseguida agregó viendo su reloj que colgaba de su chaleco: “Por la hora, seguiremos por el camino que nos lleva a El Copao donde la artesanía es un verdadero arte en greda considerando que las artesanas son personas que aprendieron siguiendo la tradición de madres a hijas. Acá crean utensilios -más que cosas decorativas- para usos prácticos para cocinar. Lástima que a esta hora o ya están almorzando o preparando su almuerzo y no nos podrán atender, pero en Pichilemu también hay donde ver esa artesanía y comprar si lo desean. Pero si, desde ya, quedan invitados para pasado mañana a comer Pastel de Choclo. Tengo encargado un saco de choclos especiales que me llegan mañana, para esa comida típica y a mi señora le queda muy bueno. Mañana los pelamos y preparamos el pino, los dejamos reposar y al día siguiente al horno se ha dicho”.

Entre mí, dije: “Algo que diga mi padre que sea cierto, porque a mi mamá si que le queda bueno no solo el pastel de choclo, sino las humitas y cuanta comida prepara. No por nada, a la pensión que trabaja en verano se le llena y todo por la comida. No son muchas las comodidades, pero la gente se va feliz, con “la guatita llena y el corazón contento”. Ah, y si después del pastel de choclo le quito esta pareja a don Rigo Miranda, demás que conquistamos España ….”.

Siguiendo el consejo de mi padre, solo les mostramos las casitas diseminadas entre los pinos, algunas solo visibles los techos de tejas en las faldas de lomitas del sector. Y mi padre, más conocedor de las artesanas nombra a algunas mientras seguimos bajando por el camino que lleva a Barrancas.
Ya por la ribera del estero Nilahue se ven los cuarteles de sal que están en plena producción. Albos conos de sal se ven por todos lados, mientras los salineros brillan por su ausencia. Claro, a esa hora están terminando de almorzar o retozando un rato para luego continuar las faenas que duran hasta cuando el sol se está mojando en el mar.

Serpenteando el estero Nilahue nos vamos acercando a la localidad de Cáhuil, mientras nuestras visitas no se cansan de alabar el hermoso paisaje y de los cuarteles con sal o ya extraída de ellos, acumulada en cientos de conos relucientes ante los rayos del sol.
Mi padre les comenta a los españoles que, si desean almorzar y probar pejerreyes, pescados o mariscos, empanadas. Y de todo para refrescarse. “Conozco buenas picadas”, les dice convincente; pero no obstante a que ya el reloj marca pasadas las 14 horas, optan por dejar esa opción para otra ocasión. Lo que me indica que, al menos esta no será la única oportunidad de ver a la española …

Mi padre, pronostica: “Ahora, Cáhuil desde el año pasado tiene este camino por la costa y por el cual estamos retornando a Pichilemu. No me extrañaría que en un futuro se convertirá en el preferido de quienes visiten nuestra comuna; además que en el trayecto están la Laguna El Perro, la Laguna de Los Curas” y la playa de Punta de Lobos”.

“Ya está muy grande Cáhuil, posee muchos lugares para degustar mariscos, empanadas y pescados”, dice mi padre. Y continúa: “A la derecha y a la izquierda hay restaurantes. Acá, todo lo que es verduras y algunos frutos se dan que es una maravilla, por lo grande y por su sabor. Dicen que es porque hay un microclima especial. Yo, la verdad que esto lo oí hace poco a un profesor que estuvo de pensionista y, si lo dice un profesor, yo le creo, porque la verdad que son harto buenas las verduras”.

Yo, también a esa hora ya sentía hambre y, mi papá por más que hablaba y hacía propaganda a las “picadas”, la pareja de españoles nada que se pronunciaban. Ya habían dicho que esa opción no estaba en sus planes.
Cáhuil vivía de la sal y del poco trigo que cosechaban algunos lugareños. La sal fue perdiendo su valor de uso doméstico derivando su mayor consumo hacia las curtiembres procesadoras de cueros. La sal en su fabricación se divide en cuarteles con pasos de agua en uno de los extremos. Cuando en invierno el mar y el estero rebasan, se abre la boca del mar y la laguna permitiendo que el agua del mar entre hasta el estero mezclando las aguas y salinizándolas. Es ahí entonces cuando los cuarteles son llenados con esas aguas las mismas que asentadas en los cuarteles forman las capas de sal. Es un trabajo de meses.
En tanto, Pedro mencionó que en ciertos lugares de España también se produce sal en condiciones no tan parecidas a estas. Esta es una forma artesanal extremadamente interesante.

Proseguimos hasta la laguna de El Perro. Se dice que un animal fantástico apresa a los animales que se acercan a tomar agua. Y por ahí también se cuenta que un cura se atrevió a más y dicen que no le fue nada de bien. Casi al frente la laguna de Los Curas de la cual no se cuentan historias solo que está muy próxima a la casa de veraneo de los padres de la Orden de la Merced que estaban en Punta de Lobos. Punta de Lobos es un lugar donde habitan bastantes lobos que muchas veces se ven obligados a emigrar hacia el norte hasta el faro de Topocalma en busca de sosiego para su reproducción.

Cuando nos acercamos al punto donde se ingresa hacia Punta de Lobos, pese a que mi estomago me pedía algo para sosegar la lombriz solitaria, de pronto me vino una idea: “Si pasamos para allá, quizás la española le den ganas de bañarse y demás que se me pasa el hambre ….”. O salga el Chico Nene y los entusiasme a probar pescado y mariscos fresco que siempre tiene en su Restaurant.

En realidad, era una cabañita bien precaria, pero se comía bien rico, productos frescos y barato. Y con la simpatía del Chico Nene, que mientras preparaban el pedido, entretenía a los clientes con historias, donde las remataba con un salud, o cualquier talla o invento que se le ocurría ….; pero nada de eso ocurrió. Llevábamos varias horas donde solo nos habíamos detenido dos veces.
En esas cavilaciones venía, cuando mi padre dijo: “Sigamos ...., aún faltan muchos puntos que conocer camino a Pichilemu”.

Habíamos pasado la entrada a Punta de Lobos y como a unos 500 metros, mi padre detuvo un momento la cabrita. “Miren, desde acá -entre los pinos- se divisan las rocas de Punta de Lobos y, más a la izquierda se ve la casa de los Padres Mercedarios, que según supe la están vendiendo, pues como está llegando personas, los seminaristas están sublevándose con tanta niña en traje de baño que ven, cada vez, por todos lados”.

Los españoles que hace rato venían muy callados y cansados con el recorrido, fue como despertar y casi al unísono, preguntaron: “¿Cómo es eso que los seminaristas se están sublevando …, es que hay algún Seminario?”.

“Bueno, es una forma de decir. Resulta que esta propiedad la compró hace muchos años la Orden de La Merced. Se la compraron a don Daniel Ortúzar en el año 1920 para construir una Casa de Retiros Espirituales, de Veraneo para los sacerdotes y estudiantes-seminaristas; donde hasta un año atrás nadie podía acceder como ahora, a través de un camino. No había camino, sino era llegar caminando a través de la playa. Y, como ahora está llegando más gente. Hombres, mujeres, produce un movimiento que antes no había; todo lo cual contribuye a que los estudiantes-seminaristas se distraigan de su rutina: que era mucha contemplación del paisaje marino, oración, reflexión. Y eso con gente ajena todo está cambiando, y ha hecho que la superioridad de la Orden Mercedaria tenga en venta este lugar”.

Luego de esa explicación que mi papá me pidió la diera, hizo que los españoles asintieran que -claro- en realidad debe provocar reacciones no deseadas y ponga en peligro las vocaciones religiosas.

Ya estábamos llegando al Rancho Pinares. Serían como las 15.30 o cerca de las 16 horas y ya se veía movimiento en ese lugar típico que estaba gozando de gran preferencia de familias que llegaban ahí a tomar Onces: Pan amasado, tortilla de rescoldo, mate en leche, rica mantequilla, queso chanco, queso fresco era la oferta de cada tarde. Se llenaba, mientras -para los niños- había algunas atracciones especiales: cabalgata en caballos mampatos, o en pequeñas carretas tiradas por un burro, columpios, entre otras distracciones para que los papás pudieran disfrutar tranquilos, aunque un adulto tenía que sacrificarse para cuidar a los chicos.

Los españoles asentían las explicaciones, pero ningún atisbo de entusiasmo. “Mira Manuela, entre los pinos se divisan las rocas de Punta de Lobos”, indicaba Pedro a su esposa, quizás haciéndose el desentendido de nuestros intentos.

Un poco más allá, mi padre retomó la palabra: “Ya estamos cerca de un lugar que -se los recomiendo- si quieren venir unos de estos días. Ahí a la izquierda está el “Rancho Solitario”, enfatizó mi padre.
¿Y por qué rancho solitario, a qué viene ese nombre?, preguntó el español …
“Bueno, tal como le decíamos hace un rato. Hasta hace poco más de un año atrás, este camino -desde Cáhuil a Pichilemu no existía. Y un pichilemino muy empeñoso compró un terrenito y construyó su casa y este ranchito que es un restaurant. Y, como ve usted, está aislado. No se ven casas por ningún lado, sino las que pasamos más atrás. Y por eso le puso “Rancho Solitario” porque está solo, solo, pero con una vista al mar hacia el sur, hacia el norte con una inmensa playa que, por algo le pusieron Playa Hermosa. Quizás, en el futuro haya más casas, más comercio con este camino que construyó el alcalde de la comuna”.

“Me entusiasmó don Luis Andrés. ¿Le parece que dejemos acordado un viaje directo a almorzar al “Rancho Solitario” y después bajamos a la playa?, indicó el español dirigiéndose a su esposa. Y agregó: “Y al atardecer nos vuelve a buscar .., ¿qué le parece don Luis Andrés?”.
“Claro que sí. Ahí yo les presento a “Chaparrito” para que les haga buen precio y les atienda de lo mejor …”.
Antes que terminara la frase, la española que hacía mucho rato no pronunciaba palabra, exclamó: ¿¡¡Chaparrito!!?, qué significa eso. ¿No creo que sea su nombre?
Mi papá replicó enseguida: “Chaparrito es un apodo que, con cariño le decimos los parroquianos. No sé quien le puso ese apodo, pero es de cariño, pues es muy atento, respetuoso, caballero. El proviene de una familia de Pueblo de Viudas, muy humilde. Se llama Luis González Orellana. Se casó hace poco tiempo con la señora Ana Zapata, de San Fernando, y juntos levantaron este negocio y lo atienden desde un par de años”.

Cuando pasaron frente al lugar se divisaban varias personas disfrutando delicias del mar. Y unas dos o tres personas en el mesón conversando alegremente con “Chaparrito”.

No pasaron 10 minutos y estaban “entrando al radio urbano” a la altura del Aeródromo. Y el español preguntó: “A dónde estamos llegando, ¿de vuelta a casa?”.
Ahí, intervine: “Exactamente. Hasta acá llega el Radio Urbano y hasta acá llegaba el camino. Y lo que ven a la izquierda, es la Cancha de Aterrizaje, un pequeño aeródromo que es de propiedad municipal”.
La española nuevamente “despertó”. No sé si por el tema o porque oyó mi intervención. “Ahh, que interesante. ¿Y qué tipo de aviones?”.
“Solo aviones chicos. A lo más, de cuatro o seis pasajeros. La longitud de la pista permite aterrizaje de aviones mayores, de 18 pasajeros, pero nunca hasta ahora se ha visto ese tipo de aviones. Mire, ahí se ven los dos aviones en el Hangar …, son los aviones del Club Aéreo …..”.

“Que interesante, que interesante …”, repitió la española. Y siguió: “¿Y en esos aviones tan chicos vuelan?”, preguntó con incredulidad.
“Claro que sí. Es más, uno de los hijos del dueño de la residencial donde están ustedes es el primer piloto pichilemino formado acá en el Club Aéreo de Pichilemu …”, le indiqué.
“¿Y son seguros?” preguntó la española …
“Pero claro. …”.
“¿Tú te atreverías a volar en ellos …?”, volvió a consultar Manuela …
“Yo soy vecino y amigo de Humberto el piloto y he volado con él unas dos o tres veces …
Es más, espero algún día hacer el Curso de Piloto Civil, apenas tenga los recursos para pagar el curso …”, le contesté con seguridad.
“Ojalá cumplas con ese sueño …”, me contestó dándose vuelta y mirarme con admiración.

Un poco para cambiar la conversación, les dije: “Aquí casi al frente del Aeródromo hacia el sector de Infiernillo hay un local muy conocido. Es el Rapanui, un lugar que es Hostería, también para ir a almorzar y servirse productos del mar. Y además, tiene música en vivo con dos orquestas y artistas de variedades en la noche, para adultos …, para bailar y pasar momentos agradables …”.

Pedro que oía pero no participaba de la conversación, de pronto fue removido por Manuela, su mujer, quien lo tomó de sus hombros y le dijo: “Oíste Pedro, a ti que te gusta bailar, podríamos una tarde o noche de éstas ir a conocerlo ….”.
“Sí, claro. Veámoslo ….”, un tanto con desgano, sin estar plenamente convencido … “Además, al lado del Rapanui que está a la orilla de los roquerios, pueden contemplar espectaculares atardeceres. No se van a arrepentir…”, les dije solícito y agregué : “Yo puedo llevarlos y me dicen la hora para ir a buscarlos en la noche y dejarlos en la Residencial ..”.
“Ya, lo pensaremos y te avisamos”, contestó el español …

“Aunque ustedes no crean, tenemos muchas atracciones que pueden conocer y que puede gustarle, donde pasar momentos agradables. Está el Parque Municipal con más de cien palmeras, las Terrazas, la playa, el Barco Fantasma. Este barco fue ideado por Agustín Ross para que sus visitantes fueran a tomar el té y a su vez poder mirar la puesta de sol. Con el tiempo lo convirtieron en restaurante y/o cualquier otra cosa. Además, hay Quintas de Recreo, Pista Municipal, ambos lugares para bailar con orquestas en vivo, tenemos una laguna al lado de la Estación de tren, donde se puede dar paseos en botes, donde pueden arrendar con remero o sin remero. O hacer una caminata a Chorrillos, ir a andar a caballo, en fin …”, les dije con no poca satisfacción, pues a medida que le nombraba lugares, me iba acordándome de otros.

Fue en este instante, cuando llegamos al parque por la calle Comercio. “Miren, llegamos justo frente al Parque Ross con palmeras centenarias traídas del extranjero y por el frente está el Gran Hotel Ross que en su mejor época acogiera a la elite chilena de principios del siglo XX.
Y acá está el edificio conocido como Casino, donde funcionó clandestinamente durante algún tiempo. Y acá, enfrente, está el Bosque Municipal que se puede recorrer y, como a unos trecientos metros existen unas atractivas mesitas y asientos donde se puede descansar a la sombra de sus inmensos árboles”.

Observaba de reojo a nuestros turistas y veía que movían su rostro en señal de admiración, mientras mi padre se preocupaba de guiar el coche, sin ganas de hablar, pues lo más seguro llevaba un revoltijo en el estómago, con el hambre después de un largo recorrido.

A los pocos minutos estábamos dejando a nuestros pasajeros en la Residencial “Victoria”, mientras don Rigo Miranda salía a recibirlos con su característico vozarrón.

Satisfecho el matrimonio español nos dice que es la aventura mejor contada en un solo día.
Y que Pichilemu no es sólo mar, campo, sino que también es historia, cuentos y leyendas.

Sonreímos con la satisfacción del deber cumplido por el viaje, aunque sacrificado había reportado unos buenos pesos; mientras la pareja se alejaba en dirección a su habitación a tomar un baño y luego a cenar. Después de todo, también ellos tenían solo el desayuno en el cuerpo.

(*): Profesor pichilemino, pensionado, ex piloto y dirigente Club Aéreo de Pichilemu

Fotografías: RLG/Archivos “Pichilemunews”