Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Ramón Lizana Galarce (*) – 21.07.2024
- Pichilemu, pueblo costero ubicado al suroeste de Santiago, dotado de arenas grises, rocas escarpadas y acantilados empinados, ofrece un sinnúmero de atracciones para las familias veraneantes que gustan de la playa y del campo.
- Desde fines de los sesenta los pichileminos comenzaron a prepararse con mayor fuerza para recibir a sus visitantes, en una época de verano marcada tan solo por unos cuantos días de enero y casi la totalidad de febrero.
Eran los tiempos cuando los trenes ordinarios y excursionistas abarrotaban de veraneantes un pueblo lleno de carencias, pero con mucha voluntad para recibir a esa gente. Las calles y veredas polvorientas en su mayoría mostraban la pobreza del lugar. Los vientos del Sur azotaban las playas por semanas y los días nublados que igualmente se quedaban por largos periodos, amenazaban con devolver a aquellos turistas que no gustaban comprometerse con el sacrificio del frío verano.
Sin embargo, la voluntad de los lugareños para recibir de la mejor manera posible a esa gente compensaba el sacrificio que ellos realizaban. Se pintaban las casas. Las residenciales y los hoteles aumentaban su personal de servicio para ofrecer una mejor y esmerada atención. Los locales comerciales como restaurantes, hosterías y tiendas de abastecimiento de mercaderías hacían lo propio procurando la mejor de las atenciones.
Muchas carpas en la playa principal ayudaban al turista a capear el viento y el frío de esos días en que correr hacia las olas y permanecer dentro de ellas era un martirio. Las dunas socorrían a esos veraneantes que llegaban en el tren excursionista y que se apostaban en esos lugares aprovechando el día bañándose en el mar y sirviéndose ahí mismo sus meriendas de pollos cocidos, huevos duros, sandías y melones.
. Una Casa de Socorro allá por la calle Chacabuco donde se atendían las emergencias de salud a la cabeza del Dr. Basilio Sánchez, del practicante Raúl Llanca y de varias auxiliares de enfermería colmadas de voluntad que se esmeraban por otorgar un servicio acorde a los requerimientos.
Ante la falta de vehículos motorizados los servicios de traslado eran cubiertos por cabritas que llevaban al turista a los hoteles y residenciales y además le otorgaban un servicio de paseos por los distintos puntos turísticos que posee la zona.
Hacia el sur, a lo lejos, Cáhuil un poblado lacustre aislado que se esmeraba por abrirse al mundo ofreciendo sus productos extraídos de su laguna y que acompañaba con una hermosa historia de un caballito con jáquima y crines de oro que correteaba por sus aguas y que proveía de abundantes mariscos a la laguna.
De retorno de Cáhuil, la laguna El Perro que debe su nombre a un perro que sacrifico su vida defendiendo a su amo de las garras y uñas del cuero mitológico que habitaba en la laguna.
Casi al frente, más próximo a la playa la Laguna de Los Curas que sirve a la 0rden de la Merced que tienen su casa de veraneo próximo a las rocas de Punta de Lobos.
Punta de Lobos, se identifica con dos grandes rocas adentradas en el mar que servían de vivienda a una manada de lobos marinos que se reproducen en esa área. Afincado en la pendiente un rancho rústico del "Chico Nene" Poblete que proveía de bebidas, cervezas y comidas con productos del mar a los avezados turistas que lograban llegar al lugar. En el intermedio de esa ruta Rancho Pinares dónde se podía degustar todo tipo de comidas criollas y divertirse paseando a caballo y en carreta o bien tomando mate con pan amasado acompañado del canto de algún folklorista.
Por la ruta aproximándose al pueblo y en un lugar despoblado, el Rancho Solitario que atendía con excelentes platos variados, mezcla de mariscos, gallinas y carnes bovinas, sumado a la picardía criolla de su propietario, conocido por sus amigos como Luis “Chaparro” González.
Ya en la zona de Infiernillo Manuel "Ñungo" Aliaga con su Restaurante Los Aviadores que disponía de un variado servicio de comidas y de tragos para el parroquiano. Frente a él, la cancha de aviación, un rectángulo de tierra que daba vida al movimiento aéreo de aeronaves menores.
En La Puntilla, un barco situado en un promontorio de roca pura que en sus orígenes sirvió para ver las puestas de sol y para tomar el té de siesta. En algún momento también albergó a más de algún personaje que buscó concientizar y enajenar a la juventud local.
En la planicie después de bajar por unas escalinatas están los Baños Tibios de mar que funcionan extrayendo agua de mar a través de una tubería para alimentar las duchas y las tinas dispuestas para los veraneantes.
Muy próximo a ese lugar y siguiendo hasta llegar al Parque Ross se encuentra una cueva que sirvió de refugio a los promaucaes, habitantes que poblaron la zona siendo el mismo lugar donde en algún momento se instaló la imagen de la Virgen de Lourdes.
Dentro de las historias se dice que esa cueva alcanza hasta el Hotel Casino sirviendo de vías de escape de aquellos jugadores que gustaban de los juegos de azar prohibidos por ley en dicho lugar.
(*): Profesor U. de Concepción
Nota: Titulado en la casa universitaria penquista.