Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Ramón Lizana Galarce (*) – 11.08.2024
- En todos los pueblos y ciudades se encuentran locales que atraen a las personas, para visitarlos ya sea por las características del propietario, por el servicio que prestan, o bien por las especialidades que brindan y que hacen de ello una atracción permanente para quienes prefirieron su servicio.
Pichilemu no está ajeno a ello. Le llamamos "picadas" y abarcan a todos aquellos locales que por alguna u otra razón se caracterizaron por cubrir una especialidad o bien por el carisma de quienes otorgaban el servicio.
Muchos de ellos pasaron a la historia convirtiéndose en parte de la memoria colectiva de los habitantes por la forma tan especial con que atendieron. Así como también por lo que ofrecieron en su momento.
Sin el ánimo de subestimar a algunos locales que no se mencionan en detalle y que tendrán una mención especial al final del artículo, la concentración se centra en aquellos que marcaron al pueblo o por lo menos a una gran parte de sus habitantes.
La "Salida de curaos" se ubicó en un ala de la Residencial “Prat” por Aníbal Pinto. Un improvisado galpón de madera con un amplio portón y un letrero sobresaliente en la pared que permitía visualizarlo íntegramente por quienes obligadamente llegaban en los trenes tanto ordinario como excursionista. Su propietario Aliro Miranda Gaete le imprimió una característica propia con un garzón lleno de gracia como Raúl Flores que complementaba su atención cantando para el público el único tema que conocía: "el mar y el cielo" del trío "Los Panchos" poniendo énfasis en el aaaahhh!. Ismael Carrasco con un nutrido repertorio le ponía color a la noche con temas folclóricos y de Alberto Cortéz. Juan Quinteros también conocido como "che Juan" por haber estado un tiempo en Argentina, y que al volver marco su personalidad con un forzado acento argentino al cual le agregó un gran repertorio de tangos con los que se lucia en el local. José Miranda, Carlos Urzúa e Ismael Carrasco igualmente conformaban un trío que entretenían con diversos temas dignos de aplausos. A todo lo anterior aconteció que un invitado mientras recitaba el poema de Óscar Castro "Romance del hombre Nocturno" justo cuando dijo: ¿quién va?, de afuera le respondieron: el p.....provocando la risotada, aplausos y burlas de todos los presentes.
Allá por Carrera con Santa María se encuentra "El Llano" atendido por Víctor Cabezas y actualmente por Armando Valle. Es un pequeño recinto donde los visitantes se agolpan desordenadamente mientras chocan las cañas de vino tinto o chicha dulce junto al humo del cigarro que llega a enrarecer el ambiente. También llegó a conocerse como "la caldera del diablo" en razón que sus clientes terminaban consumidos por el trago.
El deleite mayor para los visitantes estaba en su cancha de rayuela donde los premios se pagaban en botellas de vino o chicha generando la algarabía tanto de unos como de otros allí presentes porque el beneficio era para todos los asistentes.
En Avenida Ortúzar, Eduardo Saldías se instaló con el "Bar GiGi". Un local de características diferentes con tragos que alcanzaron premios nacionales como 'Pichilemu City", "Chino ‘s" y "GiGi Special", todos ellos de alta preferencia de la juventud que se agolpaban en lujosos autos y motos constituyéndose en un lugar obligado para el flirteo de los veraneantes. El GiGi por su ubicación mientras estuvo vigente le dio vida a la Avenida Ortúzar generando un paseo nocturno que lamentablemente no perduró en el tiempo.
En Aníbal Pinto próximo a cumplir medio siglo se encuentra "El Cinzano" de propiedad de Hugo Polanco Galarce. Actualmente continúa siguiendo la tradición su hijo del mismo nombre. Comidas criollas y tragos especiales constituyen su característica, destacándose las vainas gigantes que desde siempre han quedado en el recuerdo de quienes las han preferido. Los asistentes también se entretienen jugando brisca y dominó en parejas y en algunas oportunidades escuchando tangos a capela a Juan Quinteros, "che Juan," oriundo de Pueblo de Viudas, vestido de pantalón y zapatos blancos complementado con una camisa negra con lo cual trata de adquirir un leve aire argentino. En el juego de la brisca era recurrente ver la pareja de los hermanos mellizos Hugo y Mariano tocándose la oreja, la barbilla, cerrándose un ojo, dándose patadas y cualquier otro artilugio que ayudara a su pareja en el juego. Eran de lo mejor en ese campo, obviamente de muy buena fe, lo que permitía alegrar a todos los presentes.
En calle Aviador Acevedo frente al Aeródromo se encuentra el Restaurante "Los Aviadores" de Manuel Aliaga dónde se podía servir desde una caña de vino hasta una piscola acompañada de su buen caldillo de mariscos muy agradable al paladar.
Se cuenta que en una oportunidad llegó un lugareño hediondo a combos desafiando al propietario, el recordado Ñungo Aliaga, el mismo que lo llevó a la calle trenzándose en feroz pelea. Manolo, su hijo, ansioso por meterse le decía, "me meto papá", a lo que el Ñungo le respondía, "déjame solo Manolo".... . "me meto papá" .."déjame solo Manolo"... los combos iban y venían, y más venían, hasta el punto que tuvo que salir la señora Olga con una escoba para apartarlos, caso contrario todavía le están dando al querido Ñungo Aliaga.
"El Canadá" ubicado en Primer Centenario y Avenida Ortúzar, con más de cincuenta años de vida, debe ser unos de los más antiguos del pueblo. Debe su nacimiento a Juan Polanco Lizana quien desde un principio se esmeró por ofrecer un nutrido servicio de comidas criollas, empanadas y hasta "cola de mono" para quienes no olvidan la navidad. Sus clientes permanentes son los jubilados y gente del campo que se aproximan al pueblo a hacer sus diligencias. Siguiendo la tradición la responsabilidad ha recaído en sus hijas Lucha y Rita.
"El Rápido" ubicado en José Joaquín Aguirre y Aníbal Pinto de Pedro Herrera, quien no siempre le hizo honor a su nombre toda vez que la atención era de carácter excesivamente pausado. Especialista en arrollado de chancho, perniles y queso de cabeza acompañaba sus alimentos con una buena caña de vino de garrafa o chuico que solía instalar o bien sobre el mesón o tras de él. Los lugareños se sentaban en una banca fuera del local y cada vez que la sed los perseguía, lentamente ingresaban en la búsqueda de apagar su sed que igual tardaban otro tanto hasta saciarla por la forma de ser de Pedro Herrera.
Entre las esquinas de calles José María Escrivá y Pavez Polanco encontramos "El Paragallo" de propiedad de Adán Vargas llamado cariñosamente "El Negro Adán" y para el caso, atendido por Enrique Córdova un diligente servidor de ameno carácter.
Abre sus puertas al amanecer en razón a que sus clientes muy de madrugada esperan pacientemente en la esquina de Avenida Cáhuil con La Concepción. Cuando se acerca la hora, avanzan en grupo hasta el local para cumplir con el mañanero consistente en vino con harina tostada o bien un cañonazo de vino tinto para disipar los tiritones. No es más que eso, una terapia que nunca les ha fallado a los parroquianos del sector.
"El Chépica" ubicado en Dionisio Acevedo y La Marina de Nicanor Valenzuela y Rosa Basaure debe su nombre a que ellos provenían de ese lugar. Era un lugar de encuentro tarde-noche donde principalmente se degustaban botellones de vino, un cañazo y uno que otro causeo de queso picado con cebolla en escabeche. Su ambiente concentraba lugareños venidos del entorno del lugar y de Infiernillo los mismos que pasados de copas, su retorno a casa siempre se veía complicado sobre todo por el temido viento del norte del crudo invierno.
. Por Manuel Rodríguez "La Flor" de Margarita Galarce Polanco donde se degustaba la excepcional chicha proveniente de la Peña Blanca y de La Chacra lugar próximo a Rosario Los Solís. Siendo muy de madrugada los parroquianos con un leve sonido o estornudo anunciaban su llegada para afirmar el cuerpo con un vino con harina tostada acompañado con una buena sopa caliente que la dueña de casa les alcanzaba con prontitud. Por lo general eran personas de escasos recursos que igualmente eran atendidos para que saciaran sus necesidades más inmediatas. En paralelo también era frecuente recibir gente de Cáhuil, Ciruelos y Buenos Aires quienes venían al pueblo de compras o bien a atender alguna necesidad de otra índole.
En la Aviador Acevedo próximo a la Avenida Millaco se ubicaba "El Tucán". Sergio Donoso de oficio fraguador mezcló su actividad con la de Restaurante para lo cual hizo pintar un llamativo tucán en la pared quizás asombrado por la belleza de sus colores que adornan su pico y sus alas. Una cancha de rayuela complementan su servicio dando lugar a que sus clientes se distraigan solicitándole pedidos especiales de cazuelas criollas mientras se entretienen jugando brisca o bien formándose parejas que se desafían en el juego de la rayuela.
Restaurante "Colo Colo" ubicado en Dionisio Acevedo casi al final de la propiedad de Doña Sabina Orellana y Mario Urzúa Quezada. Contaba con clientela propia, casi toda del sector Sur preferentemente próximo al Matadero Municipal y, por supuesto de más del algún fanático seguidor del Colo Colo. Quienes le visitaban por lo general era para servirse una caña de chicha o de vino o bien algún arreglado de vino con bebida o borgoña.
Restaurante "Cáhuil" ubicado en la calle principal del mismo poblado de propiedad de Laura Galarce Polanco, era lugar obligado para los visitantes venidos de Ciruelos, La Villa, Chacurra, Millaco y tantos otros poblados de su alrededor. Una atención completa de vinos, bebidas, almuerzos y empanadas para todos sus visitantes. Sobresalía el carácter fuerte de mamá Laura, su rostro levemente rojizo, un pañuelo que envolvía su pelo, su larga y ancha falda y su delantal que siempre la acompañaba.
En El Bajo entre las calles San Antonio y Camilo Henríquez se instaló "Las 3 B" de Tato Becerra. Su atención concentraba ese sector y en especial a los que se sentaban por el frente donde se ubicaba la famosa "Culata". Su especialidad más que nada era la botella de vino, la piscola y por sobre todo el pernil, arrollado y queso de cabeza de chancho. Muchos de los que pasaban por ahí debían pagar penitencia invitando al local; en razón a los que se apostaban en la banca de la Culata, entre broma y broma convencían al transeúnte para que se "rajara".
En la Avenida Cáhuil, Emilio Cordero instaló "El Viajero" quizás con el afán de atender a quienes venían del sector de Pueblo de Viudas. Un pequeño mesón con una estantería del mismo tamaño y dos o tres mesas dentro del local eran todos sus componentes. Hilera de botellas de vinos y bebidas en los estantes y un par de chuicos y chicha eran más que suficientes para atender a su clientela que por lo general eran los mismos del sector que circulaban entre El Paragallo y su local.
Emilio Cordero era de carácter afable y tranquilo, siendo esa una de sus virtudes para atraer a su clientela.
Por Camilo Henríquez encontramos "El Panquehue" de Raúl Lizana. Al local de atención al público, Raúl le agregó una cancha de rayuela donde la gran cantidad de aficionados decidieron crear el primero y único Club de Rayuela existente para el pueblo al cual le denominaron "Los Pumas". Esa iniciativa permitió incorporar cada vez más adeptos y realizar campeonatos entre sus socios integrantes. Independiente a ello no faltaba el buen mosto para alegrar las tardes que según se dice era maoma nomás.
“El Dante” de Rafael Cruz ubicado en la calle Manuel Montt en su época marcó historia con la malta con leche, las papas fritas con huevo y el vino con bebida o alguna fruta que lo transformaba en un exquisito borgoña. También habilitó una cancha de rayuela con lo que complementaba su servicio atrayendo a la juventud mayormente del sector y muy apegada a la Iglesia Inmaculada Concepción donde estos realizaban servicios de guardias de honor durante las procesiones religiosas.
En la calle O'Higgins, Luis Soto instaló el Restaurante “O'Higgins” para darle atención de preferencia a quienes seguían al Club Independiente. Lo era así porque al término de los partidos dominicales era obligatorio ir a celebrar ya sea se hubiese ganado o perdido.
Corrían los platos de comidas y las botellas de vino más el chiste recurrente de Fernando Urzua y las payas ajustadas a la ocasión del pueta Hugo González, todo lo cual le daba un enorme aire de fiesta al momento.
El "Liguria" de Manuel Llanca se ubicó en la esquina de Aníbal Pinto con Ángel Gaete. Su nombre no era el oficial, más bien obedecía en grado comparativo a un reconocido local santiaguino, pero exactamente en su sentido contrario. Un amplio comedor que alguna vez formó parte de la Residencial González con una gran cantidad de mesas y un televisor que invitaba a ver los partidos de fútbol y alguna teleserie para los más sentimentales. El servicio fundamentalmente comprendía el pisco, whisky, vino y cerveza. Lo más atractivo era la gran cantidad de parroquianos que noche tras noche acudían a divertirse rememorando viejas historias y burlándose de aquellos que habían sufrido algún percance. La salida era la complicada porque por la calle Ángel Gaete la vereda estaba cubierta de maicillo lo que dio lugar a que varios de sus clientes terminaran arrastrados por el suelo. Algunos dicen que era el suelo y otros dicen que era el trago ... Vaya uno a saber.
Mención Especial
Seguidamente se mencionan algunos locales que igualmente cumplen con las características de "picadas" y que de la misma forma permanecen en la conciencia colectiva:
La Flor de Chile de Herminia Ahumada, el Restaurant “Hawaii” de Emelino Pino, el Restaurante y Bar “Bristol” de Romualdo Polanco, el Restaurant “Capri” de Manuel Llanca, “El Rancho Grande” de Alejandro Leiva, el Restaurant y Bar “Ducal” de Rubén Espinoza, el Restaurant “El Real” de Luis Arias, el Restaurant “El Rancagüino” de Gilberto Rodríguez, el Restaurant “El Voy y Vuelvo” de Aquiles Muñoz, el Restaurant “J. C.” de José Soto, el Restaurant “El Rancho Solitario” de Luis González, el Restaurant “Buenos Aires” de Irma González, el Restaurant “Ciruelos” de Miguel González, “El Hoyo” de José Norambuena, el Restaurant “El Nacional” de Antonio González y el Restauran “El Ideal” de Luis Pérez, el Restaurant “María Rosa” de Elba Cabrera, el Restaurant “San Carlos” de Raúl Aguirre, el Restaurant “Brilla Mar” de Manuel Cortés, y el Restaurant “Mónaco” de Francisco Lizana, quien aparece -en la fotografía principal- en el mesón junto a parroquianos, ubicado en Av. Ortúzar esquina de O’Higgins.
Notas del autor:
En el artículo “Recorriendo la noche" - Parte 1- se omitieron involuntariamente dos locales que resultaron ser muy importantes para la reseña:
1.- Jorge Aravena Llanca -desde Berlín, Alemania- nos recuerda sobre su organización del local "Ross 70" que se ubicó en las instalaciones del Hotel Ross y que amenizó el conjunto "Los Phanters", con el cual grabó dos de sus primeros temas dedicados a Pichilemu y a la región.
2.- Miguel Celis González nos recordó que, el local "La Antártica" que funcionó en la Avenida Costanera, al lado norte del Rapanui con el conjunto "Grupo Tijuana" y en donde sobresalía su trompetista, poseedor de cualidades excepcionales.
(*): Profesor Universidad de Concepción, formado en esa casa de universitaria penquista.
Fotografías: Ramón Lizana G./Archivos “Pichilemunews”.