Fuente: www.pichilemunews.cl – 13.10.2024
- Para cada uno, “nuestra madre” es la mejor. Sin duda, que es así, como aquella canción que por los años ’60, ’70, cantaba el argentino Leo Dan y, que nos hacía brotar lágrimas o, al menos poner los ojos vidriosos al recordar a su madre.
- Y, bueno, también hay que mencionar que hoy, una de sus nietas -Natalia- está cumpliendo años, como nuestro hermano Eduardo y, nuestro hijo menor, Patricio Eduardo, su onomástico. Hay que celebrar: los cumpleaños y onomásticos ….
Durante casi 50 años hemos destacado a mujeres, a muchas madres que, por cierto todas merecen palabras de alabanza por todo lo que nos entregan, incluso desde antes que nacemos: Dándonos amor incondicional, amamantándonos, dando ternura, cuidados, aseándonos, enseñándonos, protegiéndonos, regaloneándonos, en fin tantas cosas más: cocinándonos lo que más nos gusta, y tantas atenciones que -de tan rutinarias que se hacen- a veces no apreciamos, o lo vemos como normal, pero nos despegamos de ella y se empiezan a echar de menos
… Es, seguramente, lo que pasa con cada uno de los hijos ….
Pero, hoy esa madre -que, al mismo tiempo, para los demás- también ven reflejada a la propia, es la nuestra de cada uno de los 14 hijos que tuvo, de los cuales -tres se fueron en sus primeros meses de vida- y el cuarto hace unos meses, inesperadamente producto de un cáncer que se le declaró.
Felizmente, con los achaques propios de la edad, pero afortunadamente valiéndose por si misma, afectada por sordera, pero completamente lúcida, admirando al propio geriatra que le atiende anualmente.
Y, así, seguirá haciendo las cosas que más le gustan: cocinando y tras almorzar ver sus comedias o teleseries, o leer el diario y revistas, sacar puzles, sopas de letras, sudocos. Estamos orgullosos de ella, como cualquier hijo se siente de su madre, de su padre; pero más aún, cuando dice que -en años pasados -principalmente entre los años ’60 y ’70- más de 40 familias la buscaron a ella y a nuestro padre para servir de padrinos de bautizos, de confirmación, de matrimonios; pese a que durante esas décadas eran de muchas precariedades. Y, aun así, los buscaban, los comprometían.
Recuerdos
Hace algún tiempo, haciendo recuerdos de sus ahijados y ahijadas, contó que nuestro padre un sábado en la mañana salió al centro -a la Avenida Ortúzar- y, no pasó más de una hora, cuando lo habitual era que llegar pasadas las 13.30 horas a almorzar.
“Yona, Yona -le dice a nuestra madre- sácate el delantal y vamos a la Parroquia a servir de padrinos de una guagüita ….”.
Nuestra madre, un tanto molesta por el apuro y a última hora le comunica de ese bautizo, le responde: “Pero como se te ocurre, no tengo “ni armado el almuerzo” …”.
“Vamos, después te explico. Es un matrimonio de Cáhuil que me encontré en la Avenida. Apúrate que vienen bajando la escala …”.
Nuestra madre, siguió con su relato: “Yo medio me pasé la peineta, me saqué el delantal, me puse un chaleco de lana y salí con tu padre a saludar a los futuros compadres. Y luego de eso nos fuimos donde el cura Orozimbo para que bautizará al infante”.
Y continuó: “Después de eso, “nuestros nuevos compadres” nos agradecieron nuestro gesto, emocionados incluso …” y yo sin saber por qué había sucedido todo aquello tan rápido”.
“Yo -siguió contándonos nuestra madre- atiné a invitarlos a almorzar a la casa, al tiempo que me deshacía dando explicaciones: que tenían que perdonar, que era a la “suerte de la olla”, pues -nuestro padre- no le había dicho nada de ese bautizo. Ellos respondían que, al contrario, eran ellos los que habían venido tan de repente, de improviso por lo que había pasado …
Ya más tranquilos, en la mesa, fue el “compadre” quien habló: “Comadre, ocurre que mi patrón nos pidió tanto a nuestro hijo, que él quería ser el padrino junto a su esposa. Y de tanto insistir, como era mi patrón aceptamos con mi mujer. Y fijamos la fecha para hoy. Me fue a buscar en su camión a Cáhuil y nos llevó a su casa a buscar a su esposa para irnos a la Parroquia. Y resulta que mi patrón le dice que serán los padrinos de mi hijo y su señora le respondió que ella no iba a ser padrinos de un hijo de sus trabajadores. Que ella no estaba para eso. Imagínese comadre, nos tuvimos que venir al centro a ver en qué vehículos podíamos devolvernos a Cáhuil con nuestro hijo sin bautizar. Veníamos llegando a la Avenida cuando nos encontramos con don Washington. Nos preguntó por qué veníamos tan apesadumbrados. Imagínese, ahí mismo le conté lo que nos había pasado y ante ello, nos ofreció ser él y usted los padrinos de nuestro niño. Cómo no vamos a estar agradecidos ….”.
Eso es solo un botón, aparte de las decenas de ahijados y ahijadas de bautizo, confirmación y matrimonio, hay muchas personas que -cuando nuestros padres decidieron arrendar casa en San Fernando, luego en Santa Cruz y finalmente en Santiago, para que nuestros hermanos terminaran sus estudios secundarios- recibieron como pensionistas a hombres y mujeres, que estaban cursando estudios ya en enseñanza secundaria o superiores. Todos hoy profesionales que -cuando la encuentran- la saludan y/o le envían cariñosos saludos.
¿Tenemos razones para sentirnos orgullosos?
Por cierto, que sí y, junto con desearle muchas bendiciones, felicidades y más salud, felicitarla por ser como es. Tan valerosa para bregar durante tanto tiempo con sus hijos, su paciencia infinita, sus desvelos, sus sacrificios, su trabajo y apoyo en cada emprendimiento familiar.
Y por querer tanto a cada uno de nuestros hijos y bisnietos, algunos que si pudieron acompañarla a estar hoy dando gracias a Dios por la vida que le ha dado y -según ella- por la felicidad que nosotros le hemos brindado, de acompañarla en esta fecha tan añorada por ella.
Gracias mamá, gracias Leonila del Rosario González Becerra.
Gracias también a nuestros primos, sobrinos, señoras, parejas, pololas que les acompañan, como era su deseo más íntimo.
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