Fuente: www.pichilemunews.cl – Por: Antonio Saldías G. (*) – 14.09.2024
Nota del Editor: Cuando se instala una idea, creencia, aunque esta sea a partir de una mentira o invento, casi inexorablemente se convierten en mito o leyenda. Es lo que pasa en todas partes, como es el caso -en nuestra comuna- del Barco Fantasma, de la Gruta descubierta a principios de 1900 bajo la escala al final del Parque, o del “primer Casino de juegos”, de Chile.
- Este artículo en ningún caso pretende echar abajo ideas y creencias en torno al tema principal; pero el autor -con su acabada investigación- permitirá hacer pensar a varios, si mucho de lo que se dice es verdad o mentira.
- En efecto, la cantidad de datos entregados por el autor, permiten sacar conclusiones e, incluso, conocer parte de las características de los habitantes que, tras la llegada del español las mezclas de razas, dio lugar a un mestizaje muy particular.
ORÍGENES: El territorio y la ocupación humana
El caserío “Pueblo de Viudas”, se encuentra ubicado en 34*24’ de Latitud sur y 72*00’ de Longitud oeste, a una distancia de 2 kilómetros al sur de Pichilemu, Sexta Región. Según el “Listado de nombres geográficos” del Instituto Geográfico Militar. Edición 1984.
El origen del nombre de este poblado se encuentra en la tradición oral y la leyenda. Se trataría de un asentamiento en terrenos donados por el Estado a 7 viudas de soldados fallecidos durante una guerra. No está claro cuál guerra. Las señaladas serían la del 1879 y la guerra civil del 1891.
Sobre los caseríos existentes, sabemos que desde la segunda mitad del siglo 18 se origina un polo urbano en los márgenes de un antiguo camino colonial, en Ciruelos, cabecera de la Diputación de Cáhuil y en 1891 se encuentra aún en el máximo apogeo como sede política administrativa de la Subdelegación 13 de Cáhuil. Hacia el sur oeste el caserío mismo de Cáhuil y al noroeste el paraje de Petrel. A la sazón, todos con escasas viviendas,
constreñido el desarrollo urbano por la concentración del suelo en una veintena de propietarios, muchos de ellos producto de la subdivisión hereditaria. Un levantamiento de la planta urbana de Ciruelos en 1989 realizada por el arquitecto e historiador, el S.B. Gabriel Guarda, muestra el imperturbable caserío por más de 200 años.
Algo muy similar ocurre con el caserío de Cáhuil, salvo el explosivo desarrollo inmobiliario a partir de la década del setenta con la conexión vial de un camino costero desde Pichilemu y la puesta en marcha de una Balsa que permite conectar la provincia de Colchagua con la provincia de Curicó. Obras claves para el desarrollo económico y social en este rincón de tierra deprimido por el centralismo.
A finales del siglo XIX, en Petrel, costa del Distrito 1 Ciruelos, se encuentra en ciernes una pujante demanda de terrenos por las prometedoras expectativas comerciales en torno del Puerto y su reconstrucción, además de dos grandes proyectos urbanísticos, Población Santa Irene y Población Ross. Aún, “Las Viudas” es un retazo rústico de tierras poblado por la descendencia del matrimonio Jorquera Vargas, también con escasas viviendas y pobladores dispersos en ambos lados del camino del Puerto de Petrel a Ciruelos y Cáhuil. No se encuentran menciones del topónimo, en la literatura oficial ni en la cartografía.v
Las Guerras
Álvaro Álvarez Pérez (*1) en “Ciruelos. El pueblo de una calle larga”, 2021. Éste, refiere el caso durante la guerra del 79. Recogiendo un relato de leyenda, dice que, “en un lugarejo camino a Pichilemu existían siete casas, de las cuales fueron obligados los hombres de estas a marchar a la guerra del Pacífico. De ellos, ninguno volvería, dejando siete viudas, las que darán origen al Pueblo de las siete Viudas”. No obstante, anteriormente dice, “podemos afirmar que la guerra del Pacífico, no afectó de gran manera la forma de vida de los campesinos y habitantes de la Subdelegación”
. Don José Arraño Acevedo (*2) nos refiere a la guerra del 91, como consigna en “Pichilemu y sus alrededores turísticos”, 1999. Pueblo de las 7 viudas. PUEBLO DE VIUDAS que debe su nombre a las mujeres que asumieron en soledad la crianza de sus hijos a consecuencia que sus hombres y/o parejas que sacrificaron sus propias vidas en la guerra civil de 1891. En cita de un comunicado enviado por el encargado de enrolar soldados para el batallón de San Fernando da cuenta que logró solo un “voluntario” y que “se han ocultado todos y dejado sus trabajos”, evitando el reclutamiento y las contribuciones para la guerra. Para ello se refugian en las numerosas quebradas de la costa.
Cabe recordar que, durante la guerra civil de 1891, don José Domingo Fuenzalida, propietario de varios terrenos en la comarca, lideró junto al cura Lisboa (*3), a un grupo de colchagüinos que se embarcaron en el Maipo (*4) en el muelle de Daniel Ortúzar. Ocurrido esto, las tropas del ejército leales al Presidente José Manuel Balmaceda Fernández, fueron enviadas a la costa con el propósito de destruir el muelle y reclutar soldados, ocasión para que nuevamente los lugareños tomaran la decisión de huir hacia las quebradas.
No se conoce la identidad y la suerte de los milicianos embarcados o de aquellos que fueran forzosamente enganchados. Una búsqueda en los archivos del Ministerio de Guerra de la época no arrojó resultados sobre sus nombres, tampoco sobre viudas beneficiarias de pensiones de gracia o donaciones de terrenos en el área en cuestión.
v Los Dueños del Territorio
Por aquellos años, la propiedad rural se encontraba consolidada, el Fisco no detentaba propiedad sobre predios. En cuanto al suelo de “Las Viudas”, la propietaria de mayor importancia es doña Mercedes Vargas, la que es sindicada como dueña del área, desde antes de 1844. Según documentos de compraventa inscritos en el Conservador de Bienes Raíces de San Fernando.
En el volumen 219 del Fondo Intendencia de Colchagua, Archivo Nacional, un catastro de los fundos rústicos de la Subdelegación trece de Colchagua indica la existencia de 167 minifundios, entre ellos el predio de la señora Mercedes Vargas con una superficie aproximada de treinta cuadras, en un rango de cinco a cuarenta y dos cuadras. (En “Ciruelos. El pueblo de calle larga”, de Álvaro Álvarez Pérez, página 77).
El Plano de la Hijuelación del Fundo Pichilemu de la Sucesión Gaete de 1898, nos muestra en su límite oriente la pertenencia de doña Mercedes Vargas viuda de Jorquera, y al sur de ésta, don José Domingo Fuenzalida, al norte don Pedro Pavez Polanco.
Mercedes Vargas, casada con Nicasio Jorquera tuvieron once hijos que los heredaron, de ellos, Isabel vendió en 1915 un retazo de terreno de alrededor de ¼ de cuadra, “a doce cuadras del pueblo de Pichilemu hacia los Ciruelos y cuyos deslindes son por el oriente con el camino público a Ciruelos”.
Las Viudas en los registros oficiales
En cuanto al quehacer del municipio, desde su creación hasta la segunda mitad de 1918, no hay mención del caserío. En 15 de agosto al determinar el número y lugares para otorgar patentes de expendio de alcohol, figura disponible una “en el lugar de Las Viudas”. Misma mención en los años 1921 y 1924. Actas de la Ilustre Municipalidad de Pichilemu, período 1894-1973, editadas por Diego Grez C. (*5).
Por el año 1921, tres transacciones de terrenos lo indicarán como el “lugar llamado Las Viudas” y “en el Pueblo de las Viudas”. Estos son los primeros documentos que hacen referencia al caserío con la denominación, “Las Viudas”
Planos y Mapas
En cuanto a la cartografía oficial, podemos indicar que los planos elaborados por el capitán Francisco Vidal Gormáz en 1872 y 1885, el área es señalada como terrenos no estudiados, luego de contar con los planos de las grandes haciendas vecinas: San Antonio de Petrel, El Puesto, San Miguel de las Palmas. El área en cuestión nunca fue una gran hacienda y el enorme mosaico de pequeñas y medianas suertes de tierras carecía de planos. Y nunca formó parte de una gran propiedad.
En las llamadas Planchetas del Instituto Geográfico Militar del año 1923, levantado por el topógrafo, Leopoldo Lazcano, es donde encontramos el topónimo “Las Viudas”, por primera vez.
Mito y la Leyenda
Ficción y un poco de realidad para el folclore urbano: También se dice que las siete viudas, no lo eran en aquel tiempo, aunque vestían riguroso luto, luego de convenir la estratagema para proteger y justificar la ausencia de sus maridos, quienes habían huido a las quebradas para evitar ir al frente de guerra. Dicen… Además del hábito secular de vestir de luto por el fallecimiento del patriarca de la familia, las mujeres entero de negro y los hombres, un brazalete negro o una cinta negra en la solapa o el sombrero.
El recurso empleado por aquellas mujeres habría provocado que el apelativo con su carga de sarcasmo (sarcasmo es una forma de burlarse con la que se pretende dar a entender lo contrario o manifestar desagrado) ¡“Las Viudas”! Así se popularizó el topónimo en la comarca, perdurando con algunas modificaciones hasta hoy.
Algo de aquello, también, se atribuye a la astucia costina empleado por los ladinos habitantes de la comarca en las escaramuzas coloniales y la denominada “batalla de los cardones”. (En Diego Grez).
Los Vecinos
Cabe señalar que el territorio contiguo al sur de la antigua posesión de doña Mercedes Vargas, se les ha denominado con más de un nombre y gentilicio como; “Los Godos”, “Rosales”, Calderones”, “Rosedal”, “El Rosal”, “Lo Calderón”, “Las Comillas”, “Buenos Aires”. Pueblo de Viudas, otrora un suburbio del poblado de Pichilemu, en el presente se encuentra dentro de los límites urbanos de la comuna y densamente poblado, exhibiendo un dinámico sector comercial en su arteria principal, Avenida Cáhuil.
Organización Vecinal
La actual presidenta de la Junta de Vecinos de Pueblo de Viudas, la señora María del Pilar González desempeña el cargo desde hace unos 16 años, rememorando en el presente (2024), conmemora los 50 años de su fundación. El nombre de los fundadores y de su presidente lo desconocen, no existen registro de actas ni notas de sus primeros años de gestión. El año de la creación de la JJ. VV. de Pueblo de Viudas, sería 1974, sin embargo, la búsqueda de información sobre organizaciones y promoción de obras de adelanto en el poblado, arroja menciones en las actas municipales, sobre gestiones en orden a crear JJ. VV. En varias poblaciones de la comuna, tanto urbanas, como rurales.
Bajo la proposición del alcalde Carlos Rojas Pavéz en la sesión de 4-9-1968, dice: “El Sr. Alcalde manifiesta su interés en crear varias juntas de vecinos en diferentes partes de la comuna, tales como: una que comprenda los sectores de Infiernillo y Agustín Ross, una en Pichilemu propiamente tal, una en El Bajo que comprenda Reina del Mar y Pueblo de Viudas, otra en Cáhuil, otra en Barrancas y La Villa, otra en Ciruelos y lugares adyacentes, otra en Rodeillo, Alto Ramírez y Espinillo, otra en Cardonal de Panilonco y Valle Redondo y por último, Las Garzas y Cancha de Piedra”. No ha sido posible conocer el resultado de esta iniciativa, especialmente sobre nuevas JJ. VV., puesto que sabemos de la existencia de agrupaciones vecinales desde fines de la década del veinte, época en que fueron suspendidos los gobiernos comunales elegidos democráticamente y reemplazados por la gestión de las agrupaciones vecinales y sus dirigentes designados por el ejecutivo.
Desde finales de la década del veinte se encuentra en las Actas de la I.M. registrada la gestión de las Juntas de Vecinos de la Población Ross en el gobierno local por instrucción del Ejecutivo. En la década del sesenta, aún la población que ocupa el área de Reina del Mar y Pueblo de Viudas es escasa y explica la razón de la sugerencia de incorporar también a los habitantes de El Bajo del Retamo.
En cuanto a la promoción de obras de adelanto para el sector de Pueblos de Viudas, no existe presencia de vecinos solicitando formalmente algún bien, no obstante, a contar con personeros destacados en el gremio del rodado, quienes contaban con personería jurídica. El director de la Escuela es la excepción y algunos regidores que promueven la instalación de Agua Potable, Iluminación, Teléfono, Cancha de Fútbol.
El Teatro
En la dramaturgia existe un guiño que tal vez tiene que ver con la leyenda de “El pueblo de las siete viudas”. Sus maridos, se escaparon para no ser llevados al enfrentamiento y los soldados, quienes intentan descubrir su paradero, ocupan militarmente su pueblo y las violentan para hacerlas hablar. El montaje tomado íntegramente de "El pueblo de las siete viudas", creado en el Taller de Dramaturgia de Juan Radrigán, con el Colectivo La Matriz, es una mirada confusa sobre la historia, en la cual estas mujeres luchan contra sus recuerdos. Testimonios que hablan de la dignidad, el dolor, la rabia y la soledad vistos con ojos de mujer, quienes a través de su rito (juntarse todos los domingos) añoran al viento, testigo único de su eterna espera, a transformarse en eco de sus relatos para que nunca más se repita su historia.
La puesta en escena desarrollada bajo el sello característico del conocido director nacional Rodrigo Pérez, quien se destaca por plasmar la intensidad de nuestras raíces; evoca voces de mujeres que, en conjunto con todos los elementos, se convierten en instrumentos de la musicalidad del horror de este relato. Silencios, gestos y mínimos movimientos, propios de lo femenino, se articulan en una reflexión descarnada en torno al concepto de tortura y memoria.
Una versión diferente
Se cuenta que, en tiempo remoto, un precario camión que transportaba un enganche de lugareños que laboran en los campos del valle central en faenas agrícolas estacionales, habría sufrido un grave accidente con consecuencias fatales, donde un número no determinado de campesinos del poblado rural adyacente al pueblo de Pichilemu, falleció dejando una secuela de viudas. Teniendo presente que la denominación “Las Viudas” ya era conocida para las autoridades comunales (1918) y cartógrafos del IGM en 1923, este episodio habría sucedido con anterioridad, cuando los medios de transporte eran de tracción animal.
Ramas del Árbol de Las Viudas
Con la colaboración de la señora Zunilda Fuentes Cáceres y don Anselmo Jorquera Hormazábal, encontramos una línea de vínculo familiar que conecta estos descendientes con el matrimonio de Nicasio Jorquera y Mercedes Vargas, la hija de ambos, Nicolasa Jorquera Vargas fue madre soltera de Anselmo Jorquera Jorquera, casado con doña Genoveva Clavijo, quienes tuvieron un hijo llamado Elizardo Anselmo Jorquera Clavijo, padre de Anselmo Jorquera Hormazábal.
Los actuales Vargas Sánchez, Carmen Gloria, María Cecilia, Omar… provienen también del tronco de los fundadores Jorquera Vargas. Trazaremos su línea desde el presente, ellos son hijos de Héctor Hugo Vargas Cubillos (Hermano de Gabriel y Gustavo) casado con María del Tránsito Sánchez. Héctor Hugo es hijo de Carlos Segundo Vargas Vargas y de doña María Inés Cubillos Aránguiz. Carlos Segundo es hijo de Carlos Vargas Meléndez y Fidelisa Vargas Jorquera. Esta última, Fidelisa, a su vez es hija de Carlos Vargas y Agustina Jorquera Vargas, hija de Nicasio Jorquera y Mercedes Vargas Moya.
La rama Fuentes Cáceres proviene de Carlos Fuentes Meneses y Zunilda del Carmen Cáceres Jorquera, hija de Manuel Jesús Cáceres Jorquera y Hermosina del Rosario Jorquera Clavijo, hija de Anselmo Jorquera y Genoveva Clavijo. Anselmo es hijo natural de Nicolasa Jorquera Vargas, hija de Nicasio Jorquera y Mercedes Vargas Moya. Fabricio del Carmen Cáceres Jorquera es el cuarto hijo de Ramón Antonio Cáceres Jorquera y de Berenice Jorquera Vargas, (Griselda de las Mercedes, Ramón Enrique, Salvio Antonio, Honorino Iván y Cristián de Jesús), doña Berenice es hija de Joaquín Arturo Jorquera Vargas y Griselda González Tobar. Joaquín Arturo es hijo de Nicasio Jorquera y Mercedes Vargas Moya.
Rememorando
El recuerdo más antiguo que conservo corresponde a fines del 50 y comienzos del 60. Nuestra “nana” de entonces, “La Menche”, Mercedes González nos llevaba junto a mi hermano a su casa en Pueblo de Viudas durante el domingo, su día de descanso. Incluso en una oportunidad con ocasión de una celebración familiar en la que nos alojaron. Las visitas al lugar eran con frecuencia ya que al menos cinco jóvenes del caserío trabajaron con nosotros, especialmente durante el verano. Nina, María Angélica, Menita… Además de algunas madres y abuelas que nos daban servicio de lavandería, Rita, Carmela, Elcira, “Toyita”.
… El viaje a Pueblo de Viudas era caminando desde nuestra casa en calle O”Higgins hasta el Matadero Municipal y vertedero, descender y cruzar una vega formada al término de la Laguna El Bajel y El Sauce. En este tramo había un estrecho sendero que ascendía hasta la Av. Cáhuil, donde en la primera vivienda funcionaba una cantina, acera poniente, la misma donde se sitúan la mayoría de un par de docena de casas de adobe, quinchas y techos de paja, las que se extienden por unos 500 metros de la avenida.
El oficio de lavado de ropas era una fuente importe de los ingresos familiares, toda vez que siendo las mujeres las generadoras había más control en el manejo y satisfacción de las necesidades. Los varones laboran preferentemente en transporte de pasajeros, pescadores recolectores, buzos y construcción. Al menos un par de varones del lugar (“Chindo” y “Tulín”) prestaron servicio a mi padre, conduciendo el carretón para el transporte de carnes desde el matadero municipal a las carnicerías.
Una visión griega
Toda una postal era la vista de un grupo de mujeres bajando el sendero amarillento, cruzar la vega y ascender cerca del matadero municipal. Vestidas de negro, sus polleras hasta los tobillos y coronadas por un albo bulto equilibrado sobre sus cabezas conteniendo las ropas limpias, lavadas a los pies de un riguero, donde estaban situadas las artesas al reparo de la sombra de algunos arbustos o bien una pequeña ramada. Por allá y por acá, fogones donde se hervía la ropa en tarros de hojalata, uno de los tantos procedimientos de limpieza usados entonces.
Fotografías: Archivos “Pichilemunews”.
(*): Investigador, escritor.
(*1): Profesor, escritor.
(*2): Escritor, cronista de diarios y periódicos.
(*3): Sacerdote y Capellán de fuerzas congresistas en Revolución de 1891.
(*4): Vapor de la Cía. Sudamericana de Vapores que recaló en bahía pichilemina para embarcar ganado y campesinos para fuerzas congresistas.
(*5): Periodista, director Diario Electrónico El Marino y presidente Fundación Región Colchagua.